Los Reyes Magos experimentaron una epifanía, en la cual el Espíritu Santo se manifestó. En esta experiencia, tomaron conocimiento que el “Rey de Reyes” había llegado al mundo. Sin dudarlo, Gaspar, Melchor y Baltasar confiaron en la voluntad de Dios y fueron los primeros en creer en la figura de Jesús y su gracia divina.
Luego de su epifanía, los tres Reyes Magos viajaron a Judea, guiados por la Estrella de Belén. El grupo solicitó ayuda al Rey Herodes. Al visitar al monarca, le comentaron la noticia de que el Rey de los Judíos estaba por nacer. El gobernante tomó esta noticia como una amenaza a su reinado, ya que temía que el recién nacido lo desplazara del trono. De esta manera, ordenó a los Reyes Magos averiguar el paradero del niño.
El Evangelio de San Mateo explica: “La estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abrieron sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.
El lugar era Belén, donde se encontraba la Virgen María y José, adorados tras el nacimiento de Jesús. Sus regalos contaban con un significado simbólico en particular. El oro se encontraba relacionado con una ofrenda a los reyes, un reconocimiento de su naturaleza real. El incienso se asocia a la divinidad y al culto de fe. Por último, la mirra representa el padecimiento, es un elemento que se utiliza en los rituales postmortem, un gesto premonitorio de la futura muerte de Jesús Cristo.
El Día de Reyes Magos es una fecha en la que se honra la confianza y reconocimiento que Melchor, Gaspar y Baltasar experimentaron por el nacimiento de Jesús. Fueron los primeros en distinguir su figura divina y responder ante la voluntad de Dios en su visita. Su travesía es un ejemplo de fe, que se demuestra en su fiel seguimiento a la estrella de Belén.