Y agregó: “Han pasado 5 años de lucha, de dolor y de búsqueda inquebrantable de justicia. Llegar a esta instancia no ha sido fácil: cada paso lo hemos dado con la fuerza que nos inspira Julieta y con el compromiso de que su historia no quede en silencio. Este juicio no solo es por Julieta. Es también por cada paciente y por cada familia que merece recibir atención médica segura, responsable y digna. Queremos que nadie más tenga que atravesar lo que nosotros vivimos”.
QUÉ SUCEDIÓ CON JULIETA
Julieta Viñales tenía 18 años en 2020 y era oriunda de Buenos Aires. Hacía 5 años se vino con su familia a la provincia y cursó el secundario en la escuela Medalla Milagrosa. Retornó a su ciudad natal a estudiar la carrera de Medicina, pero vino a pasar las fiestas a San Juan y aquí se quedó durante el verano. Las anginas la molestaban asiduamente y le insistió a su madre para que pudiera operarse de las amígdalas, una cirugía que es muy sencilla, de apenas unas horas y que ese mismo día el paciente recibe el alta.
El 10 de febrero de 2020, Juli ingresó al quirófano de una clínica privada, a las 9.30. Tras la cirugía, se recuperó normalmente y a las 12.30 recibió el alta médica, con las indicaciones de los cuidados pertinentes. Un detalle que llamó la atención es que al finalizar, el doctor le prescribió un remedio más, que se sumó a los ya recetados antibióticos, analgésicos y corticoides, que sería indicado para hemorragias. Pasaron los días y la joven llegó a su control médico el jueves 13, con el otorrinolaringólogo que la operó. Juli le manifestó al doctor que sentía dolor del lado derecho y este le contó que era normal porque durante la cirugía debió profundizar más en esa zona debido a que la amígdala era más grande y estaba más metida. Le aconsejó seguir con la dieta fría y le recetó un protector gástrico debido a la cantidad de medicamentos que estaba tomando tras la operación. El próximo jueves la vería de nuevo, pero el cuerpo de Juli no aguantó.
El viernes en la noche se encontraba en casa con su familia y fue al baño. Desde allí le gritaba a su mamá porque estaba escupiendo sangre, pero ese síntoma se complicó y pronto Julieta comenzó a vomitar sangre. De la misma impresión, la joven se desmayó, su mamá la agarró y la acostó de costado; salió corriendo a pedir ayuda a la garita policial del barrio y los efectivos la ayudaron y pidieron la ambulancia. Pasados unos minutos, la cargaron en la camioneta, aún inconsciente, y la llevaron al Servicio de Urgencias del hospital Marcial Quiroga. El médico de guardia logró estabilizarla y pidió una serie de estudios, placas, electrocardiograma y análisis de sangre. Luego de varios llamados de la madre, el otorrinolaringólogo devolvió la comunicación y al enterarse, fue hasta el nosocomio rivadaviense. Pudieron detener la hemorragia y el color de piel de Juli había mejorado. El médico que la operó le dijo a la madre que la trasladarían al hospital Guillermo Rawson donde permanecería en Terapia Intensiva en observación ante un posible sangrado e ingreso al quirófano en caso de ser necesario. Los allegados confiaron a este medio que el profesional les dijo que se quedaran tranquilos porque “es una cascarita que se sale y empieza a sangrar”.
La trasladan al nosocomio capitalino y en la mañana del sábado, la joven ya no presentaba hemorragia e incluso hablaba. Llegada la noche, no quiso comer la gelatina porque otra vez le estaba doliendo la garganta del lado derecho. Le prescribieron un poco de morfina para que cese el dolor, pero se la darían más tarde para que pudiera dormir. La mamá se va a la casa y continuaba mensajeándose con su hija, quien le manifestaba que le continuaba el dolor. Horas más tarde, precisamente a las 3 de la madrugada, le llamaron del hospital a la madre y le pidieron que se presentara urgente en la Terapia Intensiva porque su hija tenía hemorragia, estaba perdiendo muchísima sangre y había entrado en paro cardíaco. De 30 a 40 minutos trabajaron los profesionales para reanimarla y finalmente lo lograron. Había que ingresarla urgentemente al quirófano y en su grave estado, no sabían si iba a sobrevivir. Al llegar al hospital, el terapista le dijo a la mujer que nunca vieron un sangrado de esa magnitud. Le informó que el paro cardiorrespiratorio fue producto de la gran cantidad de sangre que perdió: de 5 litros que hay en el cuerpo humano, Juli perdió 4. A su vez, se hablaba de posible daño cerebral debido a la falta de oxígeno que le ocasionó el paro, durante tanto tiempo. Ahora sólo restaba esperar la evolución.En la mañana del domingo, el parte médico indicó que su estado era grave y que convulsionó, posiblemente un signo del daño cerebral. Permanecía en coma inducido, con respirador y buscaban estabilizarle la presión.
Finalmente, tras luchar intensamente por su vida, la joven falleció el 3 de marzo de 2020.