Juan Alfredo “Chato” Carrizo, señalado como el autor del disparo, fue detenido y permanecerá un año con prisión preventiva mientras avanza la investigación por homicidio. Según su versión, el disparo “se escapó” cuando intentaba cerrar el portón de su casa en medio de la agresión.
Sin embargo, la familia de Nicole desmintió esa versión. “El portón era de tela, podía ver dónde apuntaba. Mi hija quiso detenerlo para evitar que lastimara a su hermano”, declaró Débora Bajinai, la madre de la víctima.
Fuentes policiales sostienen que el conflicto podría tener raíces más profundas, vinculadas a viejas disputas por territorio y acusaciones de narcomenudeo en la zona. En el lugar del crimen, los peritos secuestraron el arma usada y Carrizo fue hallado oculto sobre el techo de una vivienda, detrás de un maniquí.
La muerte de Emir: una gresca a tiros entre familias
Apenas días después, el horror volvió a repetirse. Esta vez, en una pelea entre las familias Limolle, Carrizo y Barboza, un niño de ocho años, Emir Barboza, fue alcanzado por una bala en el pecho y murió casi en el acto.
El tiroteo ocurrió en medio de una batalla campal donde participaron varios adultos y menores. Cuando la Policía llegó al lugar tras un llamado al 911, encontró vainas servidas de calibre 9 y 22 mm, además de balas completas que los agresores habrían intentado descartar.
Siete personas fueron detenidas, entre ellas un menor de edad. La Justicia intenta determinar quién efectuó el disparo fatal. En los rastrillajes posteriores, los investigadores hallaron un revólver calibre .22 y otra arma que será sometida a peritaje.
Violencia cotidiana que escala
Ambos episodios, separados por pocos días y distintos barrios, comparten un denominador común: una espiral de violencia doméstica y comunitaria que termina desbordando los límites del conflicto vecinal. Las discusiones, muchas veces iniciadas por adolescentes, se transforman en enfrentamientos armados entre familias enteras.
Las autoridades judiciales y policiales advierten sobre un patrón creciente de “violencia barrial intergeneracional”, donde las disputas de vieja data se heredan y se agravan con la presencia de armas de fuego y consumo de drogas.
Por Gabriel Rotter.