Este hallazgo revolucionario reveló un nuevo principio fundamental de regulación génica, esencial para los organismos pluricelulares, incluidos los humanos.
Ambros y Ruvkun, trabajando inicialmente con el gusano C. elegans, identificaron pequeñas moléculas de ARN capaces de controlar la actividad de genes específicos. Su investigación demostró que estas moléculas, ahora conocidas como microARN, juegan un papel crucial en el desarrollo y función de los organismos.
Se sabe ahora que el genoma humano codifica más de mil microARN diferentes, cada uno con el potencial de regular múltiples genes.
Este mecanismo de regulación génica ha estado funcionando durante cientos de millones de años, permitiendo la evolución de organismos cada vez más complejos. Las alteraciones en la regulación por microARN se han relacionado con diversas enfermedades, incluyendo cáncer y trastornos congénitos.
Los genes de microARN han evolucionado y se han expandido en los genomas de organismos multicelulares durante más de 500 millones de años.
El descubrimiento, inicialmente recibido con escepticismo por la comunidad científica, ha transformado nuestra comprensión de cómo se regula la expresión génica en los organismos multicelulares.
“El descubrimiento seminal de Ambros y Ruvkun en el pequeño gusano C. elegans fue inesperado y reveló una nueva dimensión de la regulación génica, esencial para todas las formas de vida complejas”, según la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska.
El premio de medicina se ha entregado 114 veces a un total de 227 laureados. Apenas 13 mujeres han conseguido un reconocimiento que incluye 11 millones de coronas suecas (un millón de dólares) en efectivo, obtenidas de un fondo dejado por el creador del certamen, el inventor sueco Alfred Nobel.
Los ganadores del año pasado fueron la húngaro-estadounidense Katalin Karikó y el estadounidense Drew Weissman, por descubrimientos que permitieron la creación de vacunas de ARN mensajero contra el COVID-19, que fueron cruciales para frenar la pandemia.