La trampa de la "ortosomnia"
Vivimos en una era de medición constante. Relojes inteligentes y aplicaciones monitorean cada minuto de nuestras vidas, incluido el sueño. Estol advierte que esta obsesión por cuantificar el descanso ha dado lugar a un nuevo trastorno: la ortosomnia, un insomnio provocado por el estrés y el hipercontrol de querer dormir "perfectamente".
Dormir no es simplemente "apagar" el cerebro. Es una secuencia sofisticada y ordenada de fases (sueño ligero, profundo y REM) donde ocurren procesos vitales:
- Se consolidan los recuerdos.
- Se procesan las emociones.
- Se libera la hormona del crecimiento.
- Se regula la respuesta inmune y el apetito.
El número mágico y la "limpieza" cerebral
¿Cuánto deberíamos dormir realmente? Estudios masivos, como el del UK Biobank con más de 500.000 participantes, confirman que la duración óptima es de siete horas.
Estol es claro con las consecuencias de salir de este rango: dormir menos de seis horas (o más de nueve) dispara el riesgo de demencia y enfermedades cardiovasculares.
Uno de los puntos más fascinantes que destaca el neurólogo es el rol del sistema glinfático. Durante la noche, este sistema actúa como un "camión de basura" cerebral, eliminando desechos tóxicos acumulados durante el día. Si el sueño es de mala calidad, este proceso falla, favoreciendo la acumulación de proteínas como la beta-amiloide, directamente vinculada al Alzheimer.
Dato clave: El sueño profundo, esencial para esta limpieza cerebral, disminuye drásticamente con la edad, por lo que proteger la calidad del descanso se vuelve aún más crítico con el paso de los años.
Enemigos del descanso y la siesta ideal
Para recuperar la arquitectura del sueño, Estol sugiere prestar atención a los disruptores cotidianos que sabotean nuestras noches:
- El estrés crónico.
- El alcohol: Aunque parece relajar, fragmenta el sueño y anula su efecto reparador.
- Comidas copiosas antes de dormir.
- Horarios irregulares: El cuerpo necesita rutina.
Además, aborda el tema de las siestas. Si bien pueden ser reparadoras, el consejo es estricto: limitarlas a menos de 30 minutos. Superar ese tiempo puede interferir con la presión de sueño necesaria para la noche, creando un círculo vicioso.
Para quienes sufren trastornos como la apnea del sueño —que no solo afecta la concentración sino que eleva el riesgo de infarto—, el uso de dispositivos CPAP puede marcar una diferencia notable en la calidad de vida.