Chonino, un ovejero alemán entrenado por la Policía Federal, se destacó como perro de presa. Participó en operativos importantes, incluyendo el Mundial ‘78, mostrando siempre coraje, disciplina y lealtad.
Lo entrenaron como perro de presa, lo que significaba que solo actuaba cuando había riesgo real de vida. Debutó como parte del operativo de seguridad durante el Mundial de Fútbol de 1978, donde cumplió funciones en el control de accesos y patrullajes. Durante cinco años, Chonino participó de distintos procedimientos, patrullajes nocturnos y tareas de prevención. Era muy querido dentro de la fuerza, tanto por sus colegas humanos como por sus compañeros de cuatro patas.
La noche del 2 de junio de 1983, le tocó salir una vez más. El patrullaje se desarrollaba por la zona de Devoto, y el clima era el peor: llovía, hacía frío y la visibilidad era baja. Iba junto a Sibert y el agente Jorge Ianni, y cerca de las 20 horas notaron a dos hombres intentando forcejear las puertas de unos autos estacionados en la intersección de General Paz y Lastra. Al pedirles que se identificaran, éstos respondieron a los tiros.
La situación se volvió un caos: Ianni cayó herido de gravedad, y Sibert recibió un impacto. Chonino, al ver a su compañero en el piso, se lanzó directo a detener a los delincuentes, en plena balacera. Alcanzó a uno de ellos, lo desarmó y forcejeó cuerpo a cuerpo. Pero el otro aprovechó el momento y le disparó a quemarropa.
El 2 de junio de 1983, Chonino defendió a su guía durante un tiroteo. Murió herido, pero logró entregar los documentos de un delincuente, ayudando a resolver el caso.
Herido de muerte, Chonino no se rindió, sino que se arrastró bajo la lluvia, entre charcos de sangre y fuego cruzado, hasta llegar al costado de Sibert. Con su hocico, aún firme pese al dolor, le entregó un pedazo del bolsillo de la campera que había arrancado del sospechoso. Dentro de ese bolsillo estaban los documentos de identidad del atacante. Gracias a esa mordida, esa decisión final, los dos delincuentes fueron detenidos cinco días después y condenados a prisión perpetua.
Así nació el Día del Perro
La muerte de Chonino golpeó fuerte en la fuerza y más aún en su compañero, Sibert, quien sobrevivió después de pasar por múltiples cirugías. Años después, y conmovido por la memoria de su fiel compañero, empezó a contar su historia. No quería que el país se olvidara de ese perro que dio su vida en servicio.
Fue recién en 1996 que la historia tomó vuelo. La periodista Cora Cané, en su tradicional columna de lectores del diario Clarín, comenzó a recibir cientos de cartas sobre perros que marcaron vidas y, entre ellas, apareció el relato de Chonino. Conmovida, impulsó la propuesta de declarar el 2 de junio como el Día Nacional del Perro. La iniciativa fue tan bien recibida que se convirtió en una fecha oficial y emocional para miles de argentinos.
Gracias al relato difundido por la periodista Cora Cané, el 2 de junio fue declarado Día Nacional del Perro. Hoy Chonino es homenajeado con una estatua, una calle y actos anuales.
Hoy, Chonino descansa en una estatua de bronce ubicada en el predio de la Policía Montada, en el barrio de Palermo, donde también una calle lleva su nombre (una de las pocas calles del mundo dedicadas a un perro, y la única en Buenos Aires). Cada año, la División Perros de la Policía Federal realiza un acto en su honor, donde se recuerda a todos los perros caídos en servicio y también se suele leer la carta original que recibió Cora Cané.
Porque Chonino no murió por instinto, murió por lealtad. Y porque en esa noche de lluvia, nos enseñó que a veces los actos más humanos vienen de aquellos que no hablan, pero lo dan todo sin pedir nada a cambio.