Enrique Pfaab – Diario Uno de Mendoza
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Enrique Pfaab – Diario Uno de Mendoza
La pareja de policías que protagonizó un encendido encuentro sexual dentro de un patrullero mientras estaba de servicio, argumentaría que el operador del sistema Tetra que monitoreó sus acrobacias vulneró su derecho a la privacidad. Este martes, desde la dirección de la Policía de Mendoza confirmaron que los oficiales auxiliares fueron trasladados desde la Comisaría 13 de Rivadavia a diferentes unidades policiales de la capital provincial y que recibirán algunos días de suspensión por haber descuidado sus funciones.
La sanción que se les aplicará al varón y a la mujer policía no será mayor a los 10 días. En realidad el desafío más grande que deberán superar difiere entre él y ella. La soltera muchacha solo tendrá que cargar con la incomodidad generada por el descubrimiento de su traspié, mientras que el señor tiene que afrontar el encendido reproche de su legítima esposa.
“Estos dos efectivos están en funciones y en los próximos días serán notificados de la sanción que se les aplicará”, informó Juan Carlos Caleri, el director de la Policía de Mendoza, quien aseguró que este tipo de hechos son casos aislados y que “pueden ocurrir en una fuerza que tiene un recurso humano de 8.000 personas”.
Además Caleri consideró “muy positivo” que años atrás se haya integrado a la mujer a la fuerza de seguridad, argumentando que “hay situaciones que la mujer puede resolver mucho mejor”, destacando principalmente su virtud de mediadora y capacidad para lograr un diálogo en situaciones de conflicto.
Al mismo tiempo el jefe policial remarcó que el monitorear lo que hacen los uniformados es solo una de las varias funciones que tiene el sistema Tetra y que, anterior a este hecho, se habían podido detectar a policías que, estando en servicio, “estaban durmiendo o descuidando de alguna manera su trabajo”, sin especificar cuales fueron esas mentadas distracciones.
Allanamiento, detenidos y Kamasutra
Mediados de la semana pasada. Trascurría una calurosa siesta. Las investigaciones efectuadas en la Comisaría 13 por un robo menor habían derivado en una orden de allanamiento suscripta por la jueza de Feria, Alejandra Alonso. En el domicilio enunciado trabajaron una media docena de policías, entre ellos la famosa pareja que, en un móvil, trasladaron a un par de detenidos hasta la unidad, los dejaron para que sean fichados y encerrados y continuaron con su ronda de patrullaje rutinario.A las 17.10 un operador del sistema Tetra detectó que ese móvil se salía de jurisdicción e intentó establecer contacto pero no pudo, ya que el equipo de radio del patrullero había sido apagado. Pensando que podría tratarse de una emergencia decidió utilizar el sistema de audio que, pese a que el aparato esté fuera de servicio, capta el sonido ambiente. Allí escuchó. Desde gemidos hasta ayes, desde solicitudes hasta exclamaciones de sorpresa, desde elogios anatómicos hasta pedidos de reiteración. El sistema grabó automáticamente el entrevero que concluyó con un gran suspiro a dúo a las 17.40.
La pareja regresó a su base poco después y justificaron sus rostros enrojecidos y sus uniformes un tanto desalineado con los implacables 35 grados de la tarde cuyana. Ninguno de sus compañeros sospechó nada. Menos aún el jefe de la unidad y el responsable de la Departamental. Las huellas de los borceguíes marcadas en el tapizado del móvil fueron atribuidas a las detenciones anteriores.
En cambio el operador del Centro de Emergencias Operativo, quizá obligado por la prueba indubitable de la grabación obtenida, debió informar a sus superiores y estos a los suyos, hasta llegar al director de la Policía y al propio ministro de Seguridad.
Pocas horas después en Rivadavia solo se enteraban que, imprevistamente y sin que se explicara el motivo, la pareja de oficiales debía ser trasladada a Mendoza. El resto de la información la obtuvieron por este medio, según confesaron hoy.
El caso solo merecerá sanciones administrativas, algún griterío familiar y pasará a engrosar el anecdotario policial. “Fue por la adrenalina del trabajo”, justificaron algunos. La misma alteración química que sufrió un comisario años atrás, después de un violento allanamiento cubierto por la prensa. La primera reacción del policía fue, sin decir “agua va”, zamparle un soberano beso en la boca a la primera periodista que se acercó a preguntarle sobre los resultados. Pero esta es otra historia.