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Con 10 años toca el violín como un genio y cautiva a los turistas en la playa

"Sin dudas que es un chico que se destaca y despierta admiración en el grupo. Y el grado de maduración que tiene y su captación y conceptos musicales, lo sitúan por encima de la media, no es común que un niño de diez años toque el violín como lo hace Juanjo... es un capo".

Juanjo es Juan José Kunert, un chico de diez años, que fue descubierto hace poco por las playas del sur de Mar del Plata​, como Marbella o Waikiki, tocando el violín y siendo el involuntario centro de la escena de esas arenas. Quien opinó de él es Claudio Corradini, docente, músico y director de la Orquesta Municipal Infanto Juvenil de esta ciudad, que cuenta con 250 estudiantes de distintos instrumentos. Uno de ellos es Juanjo, nada menos queel primer violín de la Orquesta.

"Es un niño con una capacidad musical llamativa, con gustos formados a una edad en la que no es habitual tenerlos. Sorprende porque toca el violín como un profesional y su futuroes muy promisorio", describe Julia Chudova, su profesora particular, oriunda de Rusia. "Es aplicado, estudioso y rápido a la hora de aprender".

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Clarín llega al balneario Marbella a las 10 de una mañana radiante. Hernán y Julia, sus padres, e Ignacio, el hermanito de un año y medio, acompañan al hombrecito de anteojos y peinado al costado, que lleva celosamente su estuche con el violín. Lo sostiene como quien cuida y protege con amor y pasión.

"Pasión", dice Julia, la mamá fonoaudióloga y profesora de piano. "Obsesión", retruca Hernán, el papá ingeniero que se esfuerza por ahondar en un mundo que le es ajeno. Ambos admiran el entusiasmo y la disciplina de Juanjo por progresar. "Se enoja mal cuando pifia alguna nota", coinciden.

Es tímido en la charla con este medio, como es lógico. "Me gusta tocar más el violín que hablar, estoy mucho tiempo en casa practicando, ensayando canciones". Acota Hernán: "Puede pasar cuatro y hasta cinco con el violín. Se levanta y lo primero que hace es agarrar el violín, y se olvida de desayunar". Complementa Julia: "Es charleta, en casa habla y analiza distintas canciones, es un estudioso de la música clásica".

Camina por la orilla Juanjo y va ajustando el sonido. Espera que el viento pase y cuida que la arena no estropee el instrumento, al que lustra con su remera. Pregunta qué tocar y se le da amplia libertad. Elige "Por una cabeza" y él luce concentrado, con los ojos entrecerrados y la cabeza siguiendo el ritmo. Se van acercando curiosos que arman una ronda, sacan fotos y filman. Él abre los ojos, se percata del ambiente y los vuelve a encerrar con una sonrisa gratificante.

"Me gusta el tango y la música clásica, puedo tocar algo de Piazzolla, 'La Cumparsita', Vivaldi, el Himno Nacional, el tema de la película 'Titanic', el de 'Piratas en el Caribe', alguna chacarera, uno de Michael Jackson", enumera mirando sus pies semienterrados en la arena. "Quiero seguir estudiando hasta que termine la escuela secundaria y me gustaría irme a vivir a Europa a perfeccionarme", expresa con adultez.

Sus padres lo escuchan atentos y se miran entre orgullosos y resignados por ese futuro que pinta lejano. "Nos iremos con él", vaticina el papá. "Lo cuidamos a Juanjo, queremos que se desarrollo en lo que hace, pero también que no descuide otros aspectos humanos... Ama el violín pero queremos que no esté enfrascado en él", asegura la mamá.

Chicos que juegan a la pelota interrumpen y lo observan hipnotizados, se acercan madres con hijos, gente mayor. Se produce un clima familiero y teatral. Le preguntan por algún tema popular rockero, Juanjo niega con la cabeza. Busca con la mirada a su mamá, que le devuelve un guiño de ojo y le pide que toque lo que sienta. Elige "La Primavera", de Vivaldi. Cerrado aplauso. Hasta el Faro, allá a lo lejos, parece disfrutar.

Algunos paseantes que siguen atentos a la melodía buscan dónde depositar unos pesos, per no pasa la gorra Juanjo, no lo necesita. Pero la playa se ha convertido en un escenario que le empezó a tomar simpatía. "Me gusta el agua, tomo clases de surf, hago natación, también estudio alemán e inglés, me gustan mucho los idiomas", cuenta más en confianza. "No me gusta el fútbol, pero si hay un cumpleaños y juegan, yo juego, no me voy".

Marplatense, hijo de una platense y un necochense, Juanjo va al Gutenberg Schule, un colegio que tiene una materia, Formación Humana, cuya finalidad es combatir el bullying. "No es el raro ni el nerd del curso y en el grado es uno más. Tiene muchos amigos, él los quiere y se hace querer y hasta en el recreo le piden que lleve el violín y toque alguna canción", explica Julia. "El otro día me quisieron dar propina", acota el señorito sorprendido.

"Es un chico humilde, que no busca destacarse por sobre sus compañeros", remarca el maestro y director Corradini. "Tratamos de inculcarle valores como la humildad y el respeto por sobre todas las cosas. Somos gente sencilla y así queremos que sea nuestro hijo más allá de sus conocimientos musicales. Lo que tiene Juanjo es mucha vida interior".

Juanjo habla de la Orquesta Infanto Juvenil y de sus clases particulares de violín. Dice que las extraña, que en una semana se reencontrará con su profe Julia. "Tengo muchas inquietudes, por eso también exploro en Youtube", desliza sin que se le pregunte. "Hay un programa en la computadora -aporta el papá-, que le permite editar partituras y componer algunas cosas. Y hasta ha hecho online duetos con otro violín".

En ningún momento de la charla familiar, Juanjo suelta el violín ni el arco. También quisiera tener el estuche, pero lo lleva su mamá, a quien le corrige cómo sujetarlo. Su hermanito Ignacio juega a sus pies, con la arena. Juanjo lo ayuda y lo levanta con mucho cuidado y amor. "Lo adora con locura", puntualiza Julia sobre Nachito, de 18 meses, con síndrome de down. "Lo cuido y soy el que encontró una técnica para acunarlo y dormirlo", dice acariciando al bebé.

Un pareja se le acerca para tomarse una foto, una señora lo filma, Juanjo accede pero se muestra sorprendido por el interés que provoca. Mamá y papá allí están para custodiarlo con la mirada. "Hace tres años que empezó su acercamiento con el violín y su vínculo fue increscendo, hoy tiene una vocación muy marcada".

No cabe duda de su vocación y de sus sueños de tocar cada día mejor. Y reacciona feliz cuando le confirman que tomará clases particulares con el violinista ruso Oleg Pishenin, destacado concertino del Teatro Colón. "Oleg vendrá semanalmente y estamos viendo de que Juanjo lo pueda ver al menos una vez por mes".

¿Sueños? "Tengo dos, uno de antes, que es poder alguna vez tocar en el Colón de Buenos Aires (hay uno en Mar del Plata) y después seguir estudiando para poder tener posibilidades de formar parte del destacado Concurso Internacional de Violín Henryk Wieniawski, que se realiza en Polonia, para menores de 30 años", brinda con exactitud.

El sol está fuerte, es hora de almorzar y hacer un paréntesis playero. La familia se abraza con mucho cariño cerca de orilla. Por obra del destino, el violín lo tiene este cronista, a un metro del círculo familiar. Juanjo abraza pero no le saca mirada al instrumento. El hombrecito no confía, rompe filas familiares y se adueña de su tesoro, al que observa con ojo clínico.

GS