En este último sentido, en el deporte mundial hubo dos casos recientes que son un emblema en la reivindicación del derecho a la inclusión. El más reciente se dio en los Juegos Olímpicos de París 2024 cuando la boxeadora argelina Imane Khelif obtuvo la medalla dorada y fue injustamente atacada por tener más testosterona que la mayoría de sus rivales, lo que suponía "una ventaja".
El otro caso estuvo en agenda en el atletismo desde mucho antes y la protagonista fue Caster Semenya. La sudafricana, quien dominó en la prueba de 800 metros, padece androgenismo, una condición que hace que pese a ser genéticamente mujer, no tiene útero sino unos testículos internos, lo que hace que produzca más testosterona. A raíz de eso, desde 2009 fue perseguida por la Federación Internacional de Atletismo, que poco después la suspendió y obligó a someterse a un tratamiento.
El caso escaló y el procedimiento que afrontó la atleta le generó problemas de salud, desde ataques de pánico a náuseas. Semenya volvió, fue campeona mundial en 2011 y 2017 además de obtener el oro olímpico en Londres 2012 y Río 2016, pero en 2018 hubo un nuevo quiebre: la IAAF prohibió competir a mujeres con altos niveles de testosterona en pruebas de distancias más largas y el caso fue llevado por la sudafricana al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en 2023 concluyó que el trato fue discriminatorio pero hubo apelaciones y desde entonces se aguarda la resolución.
Por el momento, la que tomó la iniciativa fue la World Athletics y es incierto cómo continuará el conflicto sobre todo en un deporte que arrastra desde hace años reclamos de esta índole. También habrá que mantener la atención en lo que suceda con las otras federaciones. Pero si deciden avanzar, el deporte como se concibe hoy podría dar un giro trascendental.
FUENTE: TyC Sports