"Al mismo tiempo, la malnutrición convive con la pobreza: la sobreoferta de ultraprocesados baratos desplaza a los alimentos frescos, cada vez más inaccesibles. No se trata solo de producir más, sino de garantizar acceso, calidad y soberanía alimentaria. La nutrición no puede ser un privilegio; es un derecho humano", expresó.
Además, indicó: "Cuando se recortan programas sociales, se aflojan controles o se flexibiliza el etiquetado frontal en beneficio de grandes corporaciones, se limita la posibilidad de elegir con información. La desinformación también es inseguridad alimentaria".
"Desde el Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires reafirmamos nuestro compromiso con la seguridad y la soberanía alimentaria. Las y los profesionales trabajamos en hospitales, escuelas, universidades y territorios para garantizar alimentación saludable, suficiente y sostenible. Nuestro rol es técnico, pero también social y político: educamos, acompañamos y militamos por el derecho a comer bien", aseveró.
La nutricionista dijo también: "La crisis actual se siente con fuerza en los hogares: salarios atrasados, pérdida de poder adquisitivo, endeudamiento para llegar a fin de mes. A la dificultad material se suma una culpa silenciosa en quienes cuidan: madres, padres, tutores, que hacen lo imposible y aun así no siempre logran poner comida fresca en la mesa, pero cuando la mayoría vive lo mismo, no es un problema individual, es un problema social y las respuestas deben ser colectivas: organización comunitaria, empatía y políticas públicas que garanticen el derecho a la alimentación por sobre la lógica del mercado".
"Este 16 de octubre recordemos que el futuro alimentario no se construye desde la indiferencia. Se construye codo a codo, con Estados presentes, con controles que cuidan, con redes que abrigan y con profesionales comprometidos en cada territorio. Garantizar una alimentación sana, segura y de calidad no es una utopía: es una responsabilidad social y un imperativo ético de nuestra profesión", culminó.