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Una isla mecanizada socialmente

Estrictos en los horarios, reservados y rigurosos con las normas, así son los isleños en Malvinas.

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/// Por Mauricio Bazán - Enviado especial a las Islas Malvinas

Malvinas tiene una población de casi 3 mil habitantes, según el último censo efectuado el año pasado, por supuesto esto no incluye los 3 mil militares que están apostados en la base a 57 kilómetros del centro de Stanley (Puerto Argentino).

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Las casas son de construcción seca y material liviano, con finas terminaciones para aislarlas del frio, muy pintorescas por su arquitectura y colorido recurrente. Sus calles impecables denotan un permanente trabajo de limpieza y mantenimiento, siempre en torno a las posibilidades de materiales que llegan desde el extranjero como es el caso del asfalto, por lo que las calles pavimentadas están en el pueblo y algunas excepciones como los aeropuertos.

En cuanto a su economía, funciona gracias a la pesca. No porque los isleños tengan manufactura sino porque cobran licencias a los más de 180 barcos que llegan en busca del fruto marítimo. Según los isleños hacen permanentes controles para evitar depredaciones, sobre todo con los barcos que pescan por arrastre. Ese es el principal ingreso, aunque acá todos tienen trabajo y se encargan de mantener el concepto de que cada uno en su trabajo es importante y necesario.

La organización política está formada por un gobernador que llega desde Inglaterra designado por la corona pero son los concejales elegidos por el pueblo los que tienen la verdadera conducción del pueblo y su funcionamiento tanto en lo político como en lo económico. La Falkland Company, es una empresa multinacional con asiento en las islas que tiene la llave de la mayoría económica del pueblo. Y ante la consulta de si les gustaría una independencia de Inglaterra, aseguran que no porque todo funciona y no se paga dote a la corona.

Otro motivo por el cual los isleños siguen bajo la cobija inglesa es el funcionamiento social, mas allá de los beneficios por ser inglés, la medicina y educación es gratuita. Los niños estudian hasta terminar el secundario y a partir de ahí el gobierno inglés paga sus estudios universitarios en Londres, a sus padres no les cuesta nada mandarlos a estudiar. Los que no quieren seguir un estudio, rápidamente en la isla se los forma en algún oficio con un sueldo similar al de los trabajadores convencionales.

Toda esta organización casi de relojería suiza no se condice con el tema social de la gente. En cuanto al esparcimiento solo se puede salir a comer a algún restaurante, de los que no hay demasiado lujo pero si cocina gourmet, o ir a alguno de los 11 bares regados por el pueblo. Esto trae aparejado el consecuente problema con el alcohol y peleas en bares que la policía rápidamente desactiva con su intervención.

Todo este funcionamiento cotidiano en las islas, para quien escribe, por ahora pasa desapercibido ya que en las calles no hay más movimiento que el de las banderas inglesas flameando y el único ruido es el del viento que brama o mueve alguna cadena de mástil por ahí. Nadie en las calles, por momento pareciera un pueblo de cartón pintado o fantasma.

Silencio, limpieza y soledad que da la sensación de que todos miraran por las ventanas. En el único lugar donde se ve movimiento y de muy poca gente es en algún supermercado. Si bien ante la consulta nos dijeron que todo estaba así porque es fin de semana, no parece que vaya a cambiar demasiado.

En cuanto a la inseguridad, la estadística es cero. En la isla hay una cárcel que tiene solo 5 presos, y todos están detenidos por pedofilia, otra cruda realidad que podría desprenderse de un análisis psicosocial profundo o tal vez es mera casualidad. Igualmente lo expuesto anteriormente en esta nota, hace pensar que no todo es tan perfecto en este lugar.