La experiencia del Frente de Todos terminó haciendo agua por todos los costados. Como buen guitarrero Alberto Fernández improvisó tanto con el repertorio que terminó confundiendo a todos sus públicos. Incluso a él mismo. Ni el estilo del relato kirchnerista quedó a salvo. Como dice el tango de Carlos Gardel “que es un soplo la vida, que 20 años no es nada”. Todo está en riesgo de disolución. Atender por los dos lados del mostrador tarde o temprano deja de ser negocio y trae sus consecuencias.
Para arrancar nomás está la foto de la fiestita de Olivos. Mientras todos estábamos encerrados por la pandemia Don Alberto y su pandilla le daban al champagne de madrugada. Olvidate de la compra de vacunas, del vacunatorio Vip, de que se podía gobernar sin un plan económico, de la entrega de funcionarios amigos a cambio de que el show debe continuar. De los abrazos a Putin, Xi Jinping, Biden con el mismo ahínco y ofreciendo el mismo chamuyo, la puerta de entrada a la región.
Tratar de acostar al FMI no sabemos a ciencia cierta si fue idea de él o de la Jefa, en este caso habría que recurrir al VAR. Con lo cual estamos ante un caso de estudio para que las generaciones venideras entiendan de cómo se puede implosionar un espacio político propio desde adentro y simultáneamente a un país. Solo un ajedrecista como Alberto se pudo permitir tanto y pelear el podio con Fernando, otro jugador que nuestra tierra nos supo ofrecer.
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Lo importante ahora es saber quién se va a ocupar de levantar la mesa de los argentinos a partir del 10 de diciembre. Aún no sabemos lo que dejó el debate de los candidatos presidenciales en relación a este tema, ni mucho menos la incidencia sobre el voto con vistas a la próxima elección general.
Pero pudimos ver a un Massa trabajando a dos puntas. En estrategia electoral nada es lineal y la idea de ampliación política que lanzó no fue producto de la casualidad. Apunta a la reconstrucción y supervivencia política en caso de perder. Por eso el plan de lavada de cara al Kirchnerismo bajo su tutela no pasó desapercibido. Ahí escondidos quedan los temas calientes para un gobierno del que formó parte desde sus comienzos y la explicación de porqué se lanzó el plan cosmético para intentar lograr la epopeya.
Si se habla de corrupción en este gobierno se pide la renuncia de los involucrados, si se habla de pobreza o inflación aparece el plan platita. El caso del interventor político Insaurralde en el gabinete de la provincia de Buenos Aires es un caso testigo, fue error no delito. Lo más impactante que explotó en esta última etapa que habrá que esperar en ver cómo impacta en el resultado electoral.
Está la otra cara de la moneda. Mientras hay una Argentina que viene creciendo, existe otra que busca no caerse, pero se empobrece y hay otra Argentina de la exclusión, de la subsistencia donde la política se quedó sin respuestas. Cuando el país tiene ciclos económicos generosos en materia de crecimiento se logra mejorar un poco la situación de estos últimos, aun no cambiándoles la vida, pero cuando hay estancamiento, inflación, devaluación o recesión la cosa se complica y mucho.
Los dos carriles que tomaron la estrategia electoral de Massa y Milei terminan cada uno a su manera cuestionando el legado kirchnerista. Que se naturalice la corrupción y que vuelva al centro de la escena el discurso sobre la dictadura van directo al corazón del espacio que lo vive, aunque lo ningunee, como una interpelación. El curro de los derechos humanos como manifiesta Milei o si se visibiliza un corrupto se tiene que ir del gobierno como ejecuta Massa.
No está claro en caso de ser presidente Milei las consecuencias concretas que tendrá este “cambio cultural” que viene proponiendo a la sociedad y que desafía a todo un sistema políticamente correcto que viene sosteniendo la democracia en estos últimos cuarenta años. Esto está por comenzar y hay que ajustarse los cinturones.