Las madres no solo guían a sus hijos, también cuidan de los ancianos y enfermos, asumiendo un papel de cuidadoras universales. La ternura que ofrecen es una extensión de ese amor que no conoce fronteras ni edades. En sus manos está la paciencia para acompañar, sostener y dar esperanza en los momentos más difíciles. Así manifiestan que la maternidad no se reduce a la crianza de los hijos, sino que abarca a todos los que están bajo su protección.
En los barrios más golpeados por la pobreza y la exclusión, donde las carencias materiales son evidentes, surgen las “madres de la Patria”. Son esas mujeres que, desde el anonimato, levantan su hogar y su comunidad con esfuerzo. A pesar de la pobreza y las adversidades, sacan fuerzas para criar a sus hijos, para luchar por un futuro mejor. Son un pilar en sus familias, pero también en su entorno social. Muchas veces, son ellas las que, con su ejemplo de fortaleza y resistencia, inspiran a los más jóvenes a seguir adelante y a no rendirse ante las dificultades.
Estas madres representan el corazón de los barrios, donde la solidaridad y el amor por los hijos se entrelazan con el compromiso de cuidar al otro, al vecino, al amigo. Son un testimonio de cómo la maternidad va más allá de lo biológico para transformarse en un acto de amor colectivo. A pesar de sus propios dolores y limitaciones, siguen siendo una fuente inagotable de afecto y ternura.
Este Día de la Madre 2024 es un buen momento para reconocer la labor de todas estas mujeres que, con o sin recursos, con sus propios desafíos, siguen siendo faros de amor y cuidado. En cada beso, en cada caricia, en cada gesto de acompañamiento, está la fuerza de la maternidad, que nunca abandona a quienes están a su lado. Que este día sirva para honrar no solo a las madres que tienen todo a su alcance, sino también a aquellas que luchan día a día, porque en ellas se encuentra una valentía digna de admiración.
Nos dice el Papa Francisco sobre las mamás: “Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual. (…) Yo recuerdo en casa, éramos cinco y mientras uno hacía ‘una’, el otro pensaba en hacer ‘otra’ y la pobre mamá iba de un lado para el otro. Pero era feliz. Nos ha dado tanto. Las madres son el antídoto más fuerte a la difusión del individualismo egoísta. ‘Individuo’ quiere decir ‘que no puede ser dividido’. Las madres, en cambio, se ‘dividen’, ellas, desde cuando acogen un hijo para darlo al mundo y hacerlo crecer. Son ellas, las madres, quienes odian mayormente la guerra, que mata a sus hijos. Muchas veces he pensado en aquellas madres cuando han recibido la carta: ‘Le digo que su hijo ha caído en defensa de la patria…’. ¡Pobres mujeres, cómo sufre una madre! Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida”.
Está comenzando la última semana del Sínodo en Roma. Se vino tratando en esta penúltima semana el tema de los “Lugares”, lugares de “fragilidades, esperanza tenaz, lo humano”, compartía la madre María Ignacia Angelini con los padres y madres sinodales inspirando la oración. ¿Cuál es el lugar original de encuentro que nos propone Jesús? La interioridad regenerada, enseña la madre Ignacia, “un «lugar» hoy en día ignorado en gran medida por las culturas dominantes; pero una prioridad para la convivencia sinodal”. Encontrémonos, “quizás, hoy, se trate de redescubrir la fecundidad de los lugares en los que compartir el hambre y la esperanza humilde y tenaz. Lazos de compartir confianza y armonía entre los buscadores de fraternidad”. Acompañemos con nuestra oración estos caminos que nos hermanan."