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El peronismo solo detiene su proceso de autodestrucción cuando le toca enfrentar una derrota. El 14 de mayo fue un cimbronazo que despertó alarmas. Faltando pocos meses para dejar el poder que se tuvo por 20 años y de manera excluyente se encuentra ante el desafío de barajar y dar de vuelta. Sobre todo, si quiere comprar futuro. Ni siquiera la señal de una interna pudo encauzar una marcha triunfal que no presentaba zozobra en el horizonte.

El apotegma peronista del que gana conduce y el que pierde acompaña se vio alterado cuando una de las partes no aceptó el mandato de las bases. En el peronismo se han perdido elecciones presidenciales cuando se desconoce el tiempo de las alternancias. El peligro de quedar atrapado en los vericuetos de la interna y los dirigentes se antepone al hecho político invariablemente las consecuencias tarde o temprano se hacen sentir.

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Esto último fue lo que sucedió en nuestra provincia. El gran error que cometieron tanto Uñac como Gioja que terminaron confundiendo al propio electorado a elegir sobre la idea de dos modelos contrapuestos cuando en realidad la cosa pasaba por quien seguía encarnando el liderazgo del mismo. Los oficialismos divididos siempre pierden.

El resultado de las primarias terminó por desordenar al justicialismo sanjuanino y le mostró la cara más doliente: la base electoral se achicó. Y hoy suma el agravante que su representatividad a nivel nacional está en riesgo. Ver el precipicio de cerca hizo frenar al Gioja impulsivo que le costó aceptar que el paso del tiempo es irremediable y al Uñac que se negaba a aceptar que la estrategia que su sector abrazó, en su momento con la negociación en diputados sobre el régimen electoral y posteriormente en el proceso electoral, estuvieron equivocadas. Las mayorías no siempre son absolutas.

Un contrasentido para dos hombres importantísimos en el peronismo que, cada uno con su impronta y con sus circunstancias, lograron en distintos momentos instalar al PJ local en la mesa nacional de las negociaciones por la obtención de recursos o por ocupar espacios de poder.

Uno no aceptó lo que para el peronismo representa el valor de una interna cuando se llega a esa instancia y el otro abrir una negociación a tiempo, aunque se tuviera que pagar algún costo. Los fantasmas del resultado de las primarias facilitaron que al menos apareciera la pipa de la paz, aunque tenga fecha de vencimiento. La cena ya se la almorzaron.

Hay un cambio de época y ambos deberán aceptarlo. Uñac tiene la posibilidad de emparejar la segunda vuelta y el resto del peronismo la oportunidad de restear lo que está en peligro. Existió un desgaste político tras 20 años ininterrumpidos en el gobierno y ahora renovarse le cabe a todo el peronismo sanjuanino.

En política nunca es tarde para tratar de cambiar el rumbo de los acontecimientos. Toda oportunidad que se presente para rever lo acontecido es bienvenido, llámese hoy Massa Conducción o como se llame mañana.

Ahora bien, sentarse a conversar con una derrota en sus espaldas conlleva ciertos compromisos. En primer lugar, hacer la lectura correcta de porque se llegó a tal situación. Segundo, estar dispuesto a realizar los cambios necesarios. Tercero, fijar un plan con metas bien definidas para ser ejecutadas y, por último, aceptarlas y cumplirlas.

Lo peor que podría pasarle es un peronismo estancado. Más aun estando pronto en la oposición.

Si no las buenas intenciones pueden traducirse en puro voluntarismo y el peronismo es una maquinaria que necesita que todos los engranajes funcionen en el mismo sentido.