En cuanto a la distribución por género, el especialista indicó que no hay diferencias significativas entre hombres y mujeres. No obstante, apuntó que en mujeres jóvenes de entre 25 y 30 años, el melanoma es el tumor más frecuente. Además, aclaró que “lo que a veces cambia es la disposición de las lesiones, por la exposición diferencial de la piel según la ropa que se usa”.
Uno de los aspectos más importantes es la detección temprana. Para ello, se recomienda una consulta anual al dermatólogo. “Es como controlarse la presión arterial, pero con los lunares”, graficó el médico, y remarcó la importancia de la regla memotécnica ABCDE para reconocer señales de alerta:
A esto se suman síntomas como sangrado o picazón en un lunar, que “son señales de alarma aunque no siempre se presenten con dolor”.
El profesional advirtió que no todos los melanomas tienen color oscuro: “Existen los melanomas amelanóticos, que pueden parecer un granito o una simple lesión inofensiva, y por eso ante cualquier duda, siempre es mejor consultar”.
Sobre la prevención, el consejo es claro: evitar la exposición solar, sobre todo entre las 10 de la mañana y las 4 de la tarde, y utilizar protector solar adecuado todos los días. “No solo cuando se va a la playa: caminar por la ciudad, manejar con el brazo expuesto o trabajar al aire libre también implica un riesgo”, subrayó.
Respecto a los tratamientos, el especialista explicó que en la mayoría de los casos se realiza una cirugía que permite la resección de la lesión. “Más del 80% de los pacientes tienen enfermedad localizada, lo que significa que la cirugía es potencialmente curativa”, destacó. En casos avanzados, puede requerirse tratamiento sistémico, como inmunoterapia o terapias dirigidas, que son indicadas por el equipo de oncología.
La clave, insistió, es la vigilancia continua: “Incluso después de una cirugía exitosa, no podemos asegurar que no haya una célula suelta en el cuerpo. Por eso el seguimiento es fundamental”.
Además, alertó sobre el riesgo familiar: “Cuando una persona tiene melanoma, los familiares de primer grado deberían controlarse también, porque tienen un riesgo aumentado respecto al resto de la población”.
Conclusión clara y directa: Protegerse del sol, controlar los lunares y realizar consultas dermatológicas anuales puede marcar la diferencia entre una enfermedad curable y una situación crítica. La prevención, una vez más, es el mejor tratamiento.