En cuanto a la llegada del cine a San Juan, aunque los registros son escasos, se estima que ocurrió entre 1905 y 1910. Al principio, las proyecciones se realizaban en espacios no convencionales, como clubes sociales, casas particulares o cualquier lugar que permitiera montar un proyector. “Aunque no tenemos documentación detallada sobre cómo fue recibido, su rápida expansión es una prueba del interés que generó”, señaló. De hecho, durante la década del ’80, ademas del Gran Rex, en Rawson había cerca de diez salas de cine, entre ellas el Olimpo, el Orión, el Babilonia y el Luxor.
En la entrevista se abordó también la vieja discusión sobre si el cine es un arte, una industria o una herramienta. “Alfred Hitchcock decía que una película puede ser una obra de arte, pero el cine es una industria. Esa frase resume bien esta tensión constante”, comentó. Además, aclaró que “el cine puede ser profundamente artístico, pero no deja de ser una actividad que necesita estructura, inversión y apoyo, especialmente en países donde el mercado no garantiza la rentabilidad”.
Sobre si el cine es simplemente un producto audiovisual, el entrevistado enfatizó que “el cine no es solo una pantalla. Es una experiencia colectiva: es ir a la sala, compartir la emoción con otros, vivir una historia de manera comunitaria. Lo audiovisual puede verse en el celular, solo, en el colectivo, pero el cine tiene otra lógica”. Esta diferencia resulta clave para entender su rol social.
La creación de la sede Cuyo de la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) en San Juan, en 2016, marcó un hito. “Hasta entonces, estudiar cine en la región era muy difícil. La ENERC trajo profesionalismo, formación técnica y oportunidades para cientos de jóvenes que hoy están haciendo cine en San Juan”, relató el entrevistado con entusiasmo. Y agregó: “Gracias a eso, hoy tenemos productoras, cortos, videoclips, documentales y hasta series web hechas por sanjuaninos y sanjuaninas”.
El concepto de cine, sin embargo, ha cambiado con el tiempo. “Ya no hablamos de cine solo por el soporte, antes era fílmico, ni por el lugar, salas o plataformas” definió Gil. Afirmó que el cine, hoy se define más por la intención y por la experiencia. Por eso, no todo lo audiovisual es cine. Un videoclip o una publicidad pueden tener calidad técnica, pero no son cine como experiencia narrativa colectiva.
En cuanto al presente, la producción audiovisual sanjuanina está en auge. Según el licenciado; “La mayoría de lo que se hace son cortos, porque es el formato más accesible, pero hay mucho crecimiento en documentales, largometrajes y series. Es una industria que, aunque todavía es emergente, se está consolidando”.
Un ejemplo reciente del poder del cine nacional es El Eternauta, cuya adaptación a la plataforma Netflix generó un fuerte impacto. “Fue emocionante ver cómo una historia tan argentina como El Eternauta volvía a interpelar al público. No solo por el valor de la historieta original, sino porque lo nacional sigue conmoviendo, sigue interesando. Es un mito argentino contemporáneo”, comentó.
Y concluye con una reflexión que conecta lo cultural con lo político: “El mensaje de El Eternauta "nadie se salva solo" también aplica al cine. Ninguna industria cultural sobrevive sin políticas públicas. Para que el cine crezca, necesita comunidad, necesita Estado. Y necesita que lo sigamos defendiendo”.