Según explica Turjanski, las personas con metabolismo más acelerado acumulan acetaldehído rápidamente. Esto hace que, por sus efectos molestos, sea menos probable que beban en exceso, pero a la vez suelen sufrir resacas más intensas y frecuentes incluso con poca cantidad de alcohol.
Estas diferencias no son al azar. Existen patrones genéticos según poblaciones. Solo alrededor del 40% de la población europea presenta la variante genética de alta actividad metabólica, mientras que cerca del 85% de la población de Asia Oriental —como China, Japón o Vietnam— posee esa variante.
En la práctica, esto significa que una gran proporción de personas de origen asiático metaboliza el alcohol más rápido, acumula acetaldehído en menor tiempo y puede experimentar síntomas de resaca antes y con mayor intensidad que la mayoría de los caucásicos.
Conocer la propia genética no solo sirve para investigación médica o deportiva. También puede ayudar a prevenir situaciones incómodas: saber cómo responde el cuerpo permite evitar excesos y malos momentos durante los festejos.
La conclusión es clara: no se trata solo de costumbre o resistencia. La genética tiene un papel central en cómo cada persona tolera el alcohol y en qué tan fuerte puede ser la resaca después del brindis.