Otro de los aspectos que genera gran preocupación es la accesibilidad a drogas cada vez más peligrosas. “Cinco o seis años atrás, encontrar cocaína de máxima pureza o drogas químicas como el fentanilo en San Juan era raro. Hoy la realidad es distinta. La droga llega y se consigue fácilmente”, aseguró Carricondo.
El aumento del consumo y la precariedad en los contextos sociales complican aún más la situación. “Cada vez nos encontramos con una sociedad más individualista, menos solidaria. En los sectores más vulnerables, muchas veces ni siquiera se puede acceder a una terapia ambulatoria”, señaló.
En este sentido, el diagnóstico es claro: los centros están colapsados. “Si vamos a la residencia de psiquiatría del Hospital Marcial Quiroga o a cualquier dispositivo como Casa Pueblo, Ni un Pío Menos, Red Puentes o San Benito, vamos a encontrar todo abarrotado. No hay lugar”, indicó.
Carricondo consideró que la respuesta debe ser integral, comunitaria y sostenida en el tiempo. “No alcanza con la represión. Necesitamos un Estado presente que garantice espacios de atención accesibles. Esto debe ser política de Estado”, remarcó.
Desde su experiencia diaria, el coordinador de Casa Pueblo destacó el valor de una mirada inclusiva y colectiva: “Cuando trabajamos desde lo comunitario, desde la construcción de lazos y hábitos saludables, vemos que es posible salir adelante. Hay casos concretos que lo demuestran”.
Para Carricondo, el desafío es “humanizar la práctica” en una sociedad que constantemente promueve el consumo. “Si seguimos en el camino del individualismo, no vamos a solucionar el problema, lo vamos a profundizar”, concluyó.
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Casa Pueblo: Función y origen
Casa Pueblo San Juan, ubicada en el corazón de la Villa del Carril, comenzó a trabajar como Centro de Día desde el mes de marzo. Desde la coordinación del Centro, señalaron que se abordan dos áreas: consumos problemáticos e intentos suicidio, ambos temas son abordados y tratados con especialistas en Salud Mental y talleristas que potencian ciertas áreas para la convivencia en la sociedad de los asistidos.
Por Gabriel Rotter