Todo comenzó mientras dirigía al club colombiano Millonarios de Colombia. Allí fue cuando le diagnosticaron la enfermedad y, en medio de la cirugía, se le detectó un pequeño tumor en la próstata. Durante su internación, contrajo una bacteria resistente a varios antibióticos, lo que agravó su estado de salud. A pesar de estos desafíos, inició el tratamiento médico y, al mismo tiempo, condujo al club colombiano a la conquista del Torneo Finalización 2017 y la Superliga 2018, lo que remarcó su temperamento y compromiso con el fútbol, algo que para él siempre fue “su vida” y lo demostró hasta el final de sus días.
A principios de septiembre, tras su regreso al Xeneize en su tercera etapa al frente del primer equipo, Russo permaneció tres días internado en una clínica debido a una infección urinaria derivada de una baja en sus defensas, detectada durante análisis de rutina. La infección requirió medicación endovenosa y un seguimiento médico estricto. Durante ese periodo, los profesionales de la salud optaron por tenerlo en observación para asegurar una adecuada recuperación. En este contexto, durante el partido contra Aldosivi en Mar del Plata, se lo observó débil, lo que generó preocupación y luego derivó en lo que fue su internación por un cuadro de deshidratación.
Tras recibir el alta, reapareció en la práctica del Xeneize. Es más, hasta en las redes oficiales de Boca Juniors se publicó una foto junto al presidente del club Juan Román Riquelme, con quien compartió una etapa como jugador-entrenador cuando lideraron al club a su última conquista de la Copa Libertadores en 2007. Pero después de eso, volvió a ser internado por nuevos controles médicos derivados de su enfermedad.
En los últimos tiempos, la exposición pública de su estado de salud generó una incomodidad en Russo. Tras el partido contra Central en Rosario, luego de recibir una emocionante muestra de afecto de todo el pueblo del Canalla, se molestó ante las preguntas sobre su estado físico y destacó la importancia de estar en calma: “Hay que mantenerse en frío, que es lo más difícil, pero estoy contento de estar en esta ciudad, en este club. Venir acá siempre es algo distinto. Hace dos meses que no venía, es mucho tiempo para mí. Me hace bien venir a Rosario. Siempre me encuentro con amigos y seres queridos”. En la misma línea, destacó que para él era importante estar junto al equipo y que tenía el aval de sus cercanos: “Yo estoy muy bien. Hubo muchos que dijeron muchas tonterías. Me entran por un oído y me salen por el otro. El que sabe de su salud es uno mismo. Yo, si estoy trabajando, es porque me siento bien. Lo primero es la familia”.
Las complicaciones en su cuadro de salud comenzaron a hacerse más notorias sobre finales de agosto tras la victoria 2-0 ante Aldosivi en Mar del Plata. Miguel pasó desde entonces distintas internaciones, aunque pudo dirigir al equipo en el empate 1-1 ante Central en Rosario del 14 de septiembre y en la igualdad 2-2 con Central Córdoba como local del 21 de septiembre. Su ayudante Claudio Úbeda se hizo cargo del equipo luego el sábado 27 de septiembre en la caída 2-1 ante Defensa en Varela y el pasado fin de semana con la goleada 5-0 sobre Newell’s en la Bombonera que dejó a Boca como líder su grupo.