“Esta noche es momento para una reflexión sabia, para considerar que todo este trabajo, además del valor que tiene en sí mismo, tuvo un sentido que corresponde a la vocación propia de Roma: su vocación universal”, añadió.
“Esta vocación podría expresarse así: Roma está llamada a acoger a todos para que todos puedan reconocerse como hijos de Dios y hermanos entre sí”, concluyó el papa.
Recordando su encíclica ‘Fratelli tutti’ (Hermanos todos), el Pontífice apuntó a “la esperanza de la fraternidad universal” como uno de los modos de interpretar el lema elegido para el Año Santo, calificando como “bonito” el hecho de pensar que Roma se convirtió en estos meses “en una obra de construcción con ese fin”.
“Prepararse para acoger a hombres y mujeres de todo el mundo, católicos y cristianos de otras confesiones, creyentes de todas las religiones, buscadores de la verdad, de la libertad, de la justicia y de la paz, peregrinos todos de la esperanza y de la fraternidad”, añadió el Santo Padre.
En este sentido, subrayó que esta perspectiva no es un ideal vacío, sino una llamada concreta a transformar la convivencia humana: “La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología ni un sistema económico, tampoco es el progreso tecnológico, sino Jesús, el Hijo encarnado que nos muestra el camino”.
Francisco instó a “caminar juntos, como peregrinos de esperanza, por el camino de la fraternidad”.
El Papa finalizó la última misa del año destacando que “si se asume plenamente la filiación reconociendo a Dios como Padre, luego sobreviene el sentimiento de ser hermanos y hermanas”. Además, invitó a elevar una súplica a Dios para que conceda “la fuerza de seguir adelante, de avanzar en nuestra peregrinación en el próximo año”.
(Con información de Europa Press y EFE)