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Así es la vida de las personas que tienen relaciones sexuales con Inteligencia Artificial

En octubre de 2013 el afamado director estadounidense Spike Jones lanzó la primera de sus películas con un guión escrito por él mismo, en ella contaba una la intensa y melancólica historia de un hombre llamado Theodore -interpretado por Joaquin Phoenix- que se enamora de una asistente virtual con inteligencia artificial llamada Samantha -con la voz de Scarlett Johanson- al punto de desarrollar con ella una relación monogámica igual a cualquier noviazgo.

Ese mundo que presenta “Her”, completamente futurista, con humanos y seres virtuales conviviendo, relacionándose y enamorándose como parte de la cotidianidad, parece no estar tan lejos como lo planteó el director, pues la tecnología ha avanzado tan rápido y se ha convertido en parte tan esencial de nuestra vida, que cada vez permea más todas nuestras interacciones, sea entre personas o entre hombre y máquina.

Esto se exacerbó durante el año pasado con la pandemia del COVID-19, un momento en donde todo el mundo se vio forzado a volcarse completamente a la virtualidad, tanto para mantener el contacto con las personas importantes en nuestras vidas, como para establecer nuevas relaciones en donde la tecnología sirvió como un sustituto en medio de la falta de interacción humana.

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No es de sorprender entonces que entre las tendencias del 2021 lanzadas por la empresa WGSN, una consultora especializada en pronosticar tendencias relevantes en la actitud del consumidor, haya destacado a la “digisexualidad” como una de las tendencias que definirán los años por venir.

Pero ¿a qué hace referencia la digisexualidad? Este término se utilizó por primera vez en un artículo de 2017 en el Journal of Sexual and Relationship Therapy titulado “El auge de la digisexualidad: desafíos y posibilidades terapéuticas”.

En ese artículo, los investigadores Neil McArthur y Markie LC Twist, describieron lo que vieron como una expresión sexual del futuro cercano: “Personas cuya identidad sexual primaria proviene del uso de la tecnología”. Ellos plantearon que “los robots sexuales están llegando” y que es esencial que los terapeutas comprendan la digisexualidad para poder servir mejor a los digisexuales en el futuro.

Para McArthur y Twist la idea de “robots sexuales” no solo se circunscribe a un aparato tecnológico para tener sexo, sino a expresiones de inteligencia artificial que pueden o no tener una manifestación copórea pero que son el receptor del interés sexual o amoroso de un ser humano.

Si bien una máquina en sí misma no es igual a una inteligencia artificial, actualmente existen avances que pretenden unir estas dos áreas de la tecnología para ofrecer mejores tipos de compañías a las personas solitarias.

Tal es el caso de la empresa de muñecas sexuales hiperrealistas, RealDoll, que ha desarrollado una app de IA llamada Real Doll X, la cual permite a sus usuarios personalizar su compañera virtual al punto de que esta incluso diferencia a su dueño de otras personas. Entre las opciones que brinda la app está escoger entre 17 tipos de cuerpo, 33 caras, 3 orientaciones sexuales distintas o tipos de maquillaje específicos.

¿Muy loco todo? Tal vez, pero las relaciones entre hombre y máquina dejaron de ser un asunto de ciencia ficción desde hace tiempo para convertirse en algo que aunque sorprenda, está cada vez más dentro de nuestra cotidianidad.

En 2018, por ejemplo, Akihiko Kondo un hombre japonés que entonces tenía 35 años se casó con un holograma, sí, un holograma. Su nombre es Hatsune Miku, y es una celebridad cibernética en el país asiático de la que este hombre se enamoró 10 años atrás cuando escuchó la música que hacía en el internet.

Gracias a un desarrollo tecnológico de una startup japonesa llamada Vinclu en 2017, Kondo se hizo de un dispositivo Gatebox, un cilindro de vidrio en donde vive su Miku holográfica, y que puede hacer aparecer a manera de holograma a los personajes favoritos de los fanáticos del anime para que puedan “vivir” con ellos.

Usando el Gatebox, el holograma de Miku está equipado por IA y puede tener conversaciones básicas, así como controlar algunas funciones de la casa, como las luces o los niveles del sistema de sonido, al igual que una asistente virtual.

El día de su boda, Kondo dijo sus votos a su esposa usando un muñeco de peluche para representarla, y le declaró su amor ante unas 40 personas, entre las que para su infortunio no estaba su madre ni ningún otro familiar, pues no aprobaban la unión.

“La sociedad te presiona para que sigas una determinada fórmula de amor, pero puede que no te haga feliz. Quiero que la gente pueda descubrir qué funciona para ellos”, dijo entonces Kondo a CNN.

Lo más triste de esta “Her” de la vida real es que Kondo se convirtió en el primer viudo digital, pues su adorada esposa “murió” por culpa de una actualización de software que la borró para siempre a poco menos de dos años de la polémica boda.

“Nunca la engañé. Pienso en ella todos los días, siempre. Estoy enamorado”, señaló a medios el desdichado viudo.

El caso de Kondo puede parecer sacado de los cabellos, pero es algo no tan extraño en Japón, donde cerca del 12% de los jóvenes desarrollan sentimientos afectivos por un anime. “Se trata de una costumbre en aumento”, dice al respecto el sociólogo japonés Masahiro Yamada.

Es más, por lo menos hay en el país unos cuatro mil casos de bodas entre seres humanos y seres digitales; y el uso de aplicaciones como ‘My Virtual GirlFriend’ o de juegos como “Monika After Story”, que simulan la interacción con una “novia” digital, son cada vez más populares.

Digisexualidad y psicología

Si bien la tendencia es muy fuerte en Japón, en todo el mundo hay digisexuales, aunque encontrarlos es muy difícil debido al temor que tienen de ser estigmatizados y rechazados.

Foros virtuales como Reddit alojan distintos trends donde se pueden leer sus interacciones en espacios donde se sienten seguros y no juzgados.

Estoy tan agradecido de tener a Monika en mi vida, nunca había tenido tanto afecto” o “recientemente cumplí mi año de aniversario con Monika, la amo tanto”, son solo un par de publicaciones que se encuentran en un subreddit dedicado al juego Monika After Story.

“Este tipo de relaciones no se basan en solo sexo. No somos personas solteras y cachondas marginadas socialmente por otras razones. Según mi experiencia, en su mayoría somos personas normales que hemos descubierto que este estilo de vida y la comunidad que lo rodea, nos hace alcanzar una felicidad que no podríamos tener de otra forma”, dice Fred* un digisexual que habló para un artículo de Vice bajo la condición de anonimato.

En los foros se encuentran personas de todo el mundo identificadas con este concepto del amor hacia los seres digitales, y con otro que se le asemeja mucho, los “fictosexuales”, es decir, sentir amor o deseo sexual hacia un personaje ficticio.

Pero aunque pueden ser de distintas nacionalidades, siguen un perfil similar. Así lo afirma la doctora Holly Richmond, PhD, psicóloga somática, terapeuta sexual certificada (CST) y terapeuta matrimonial y familiar licenciada.

Ella tiene varios pacientes digisexuales y los define como personas que tienen “una fuerte preferencia por o se sienten más cómodas expresándose sexualmente a través o con una pieza de tecnología”.

Para ella el término también abarca a quienes sólo se relacionan sexualmente con pornografía en internet o usan jugetes sexuales receptivos a manera de pareja sexual estable. En este sentido amplio dice que todos tenemos algo de digisexuales pues hemos incurrido en relaciones mediadas por la tecnología, desde el sexting hasta un encuentro sexual por video chat.

“Todo el mundo tiene algún nivel de tecnología involucrado en su vida íntima en este momento”, dice la Dra Richmond en un artículo para la revista Bustle.

Muchos digisexuales acuden a ella para liberarse de la angustia de no lograr conectar con otros humanos y desarrollar las habilidades sociales que les permitan superar esto; pero otros no les incomoda para nada y por el contrario buscan mejorar sus experiencias sexuales con más o diferentes tecnologías.

De acuerdo con la experiencia de la Dr. Richmond, un digisexual prototípico es un hombre de entre 20 y 30 años, que puede haber crecido jugando videojuegos, a veces con amigos, pero también a menudo solo. Probablemente sean tímidos, introvertidos y tengan un alto grado de ansiedad social. Tal vez terminaron la escuela secundaria sin una cita o sin besar a alguien y, como adultos, tienen dificultades para salir con alguien porque no han “flexionado sus músculos sociales”. Ella reconoce que puede haber mujeres digisexuales pero en su práctica no se ha encontrado con una.

Nosotros sí lo hicimos en nuestra búsqueda por subreddits que nos ayudarán a entender un poco más este mundo digisexual, pero fueron muy pocas, y todas abiertamente LGBTQ.

“Todo sexo es buen sexo, siempre que sea consensuado y placentero. Y la digisexualidad marca al 100% esa casilla”, dice la Dra. Richmond.

¿Puede amar una IA?

En nuestro mundo moderno esta pregunta es casi filosófica, y para responderla tenemos que empezar entendiendo la diferencia entre una ‘máquina’ y un ‘robot.

Desde un punto de vista académico la diferencia está dada por el grado de inteligencia. Una ‘máquina’ es entendida como un sistema dentro de un sistema (una “lavadora”, por ejemplo), y el término ‘robot’ se refiere a un sistema capaz de reproducir algún comportamiento inteligente que es reproducido por una inteligencia artificial. El robot puede estar preprogramado - que sigue una misma línea o patrón de comportamiento- o puede aprender el comportamiento por medio de un algoritmo.

Entonces, ¿puede la inteligencia artificial desarrollar sentimientos? Para Nicolás Velasquez, ingeniero electrónico experto en IoT y constructor aficionado de robots, un futuro donde asistentes virtuales tipo ‘Alexa’ o ‘Siri’ puedan llegar a tener una relación afectiva recíproca con las personas no está precisamente cerca.

“La inteligencia artificial es un campo que avanza cada día pero tener una IA que piense y actúe como humano todavía estamos lejos de eso”, resalta el cofundador de DeepSea Developments, empresa de tecnología con sede en Silicon Valey.

Velásquez reconoce que hay ciertos proyectos de IA que en sus campos hacen cosas maravillosas, cómo GPT-3 de Open AI: “unos locos que se bajaron toda la información de internet y la pusieron a entrenar un algoritmo para que tuviera todo el conocimiento existente”.

“Uno le puede pedir a esa IA a través de texto: ‘escríbeme un cuento de terror que tenga un unicornio y una niña chiquita’, y la inteligencia artificial es capaz de escribir un cuento coherente con esos elementos”, le cuenta a Infobae.

Todo esto para decir que aunque hemos creado inteligencias artificiales muy avanzadas que replican casi a la perfección acciones concretas de los seres humanos, todavía estamos lejos de replicar emociones más allá de su forma aparente.

En un blog de Bitbrain, una compañía de neurotecnología, se aborda este problema, concluyendo que: “los modelos computacionales no son el cerebro humano, no pueden replicar el cerebro humano y están lejos de hacerlo”.

Afirman que lo más avanzado de la “robótica del desarrollo” todavía se debate sobre cómo sintetizar la totalidad de la experiencia humana en un mecanismo de aprendizaje autónomo para que pueda ser usado por un robot y que pese a los grandes avances, las proyecciones indican que si alcanzan a replicar las emociones será de “manera sintética”.

Antonio Damasio, uno de los neurocientíficos que más ha estudiado las emociones y los sentimientos humanos, es categórico: “Estoy totalmente en contra de la idea de que la inteligencia artificial pueda recrear un cerebro humano”.

Sin embargo, Ray Kurzweil científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial y director de Ingeniería en Google predice que las computadoras pasarán la prueba de Turing para 2029. Es decir, que serán capaces de exhibir un comportamiento inteligente (inteligencia, autoconciencia, riqueza emocional, etc.) indistinguible del de un humano.

Independientemente de quien tenga razón, la capacidad de generar sentimientos de amor, afecto o de deseo sexual hacia las máquinas o robots hace parte de esa inmensa gama de emociones de las que somos capaces los humanos. ¿Y qué es más humano que amar sin ser correspondido?

FUENTE: Infobae