Ha pasado una semana del combate y son varios los que todavía están besando la lona.
Como hay otros, a decir verdad, que con boleto en mano pasaron por ventanilla a cobrar y otros tantos que con el transcurso de los días se anoticiaron por el cartelito de “filibusteros abstenerse”. Pero como decía el maestro Alberto Olmedo: "Si lo vamos hacer, vamos a hacerlo bien". ¿Sorprendió que Milei y Massa hayan llegado tan lejos? No. Sí de la manera en cómo se definió el pleito.
El gobierno de los Fernández ya venía muy golpeado por la crisis económica para enfrentar la pelea de fondo. Que Massa llegara al balotaje ya era una invitación a la ensoñación. Las debilidades de un gobierno con todos sus problemas expuestos e internas, sus chances eran relativas. No casualmente terminaron siendo las peores elecciones del peronismo.
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Una de las más caras de la historia, pero bien valía el intento, sostenían en Unión por la Patria, aunque estuvieran alejadas del sentido común. Con todo esto, el candidato perdedor se dio maña hasta para perder con dignidad.
Milei llegaba con posibilidades, logró ser competitivo y transformarse en la esperanza de los descontentos. Horrorizó y entusiasmó por igual a propios y extraños, logrando sintonizar con una mayoría que lo hizo ganador. Su primer mensaje fue moderado, hasta puso restricciones para subir al escenario. Barrió bajo la alfombra algunos temas urticantes, subió y bajó nombres de futuros funcionarios y empezó a tejer contactos visibles y no tanto con diversas usinas políticas. El armado del gabinete es una señal en ese sentido.
Queda claro que para estar en política no se puede ser carmelita descalza. Digo esto porque para gobernar un país como la Argentina y no morir en el intento, hay que sopesar intereses y estrategias para sumar poder. La gobernabilidad tiene que ver con esto. Que Milei tendrá que sumar experiencia política, ya lo sabemos.
Por lo pronto, cuenta con la experiencia de Guillermo Francos, su Ministro del Interior, que antes de asumir ya avisó que “sabemos que no podemos gobernar solos”. Esto lo dice un hombre fuerte de la próxima administración y conocedor de la política argenta.
El ganador a presidente por el 56% de los votos es un novato de la política, pero no del mundo corporativo. Lo que está haciendo con el achicamiento de ministerios es consolidar el poder de decisión y de ejecutividad. Veremos los resultados, pero ese es el camino elegido. ¿Alguna semejanza con Menem y Kirchner?
En esta ocasión, existe la particularidad que hay una estrategia sobre una política de ajuste y de visión de reestructurar al Estado. Habrá que ver si avanzan las privatizaciones y los recortes en las empresas estatales, una tarea nada fácil para otro de los hombres fuertes de la futura gestión en el Ministerio de Infraestructura que conducirá Guillermo Ferraro.
Lo que queda claro, además de la discusión sobre el gasto, es la intención de empezar a desplegar un rediseño de las políticas públicas que se vienen aplicando en distintas áreas del Estado y que, en este caso, confluirán en las siguientes áreas estratégicas: energía, minería, transporte, obras públicas y comunicaciones. El presidente electo, con esta decisión, se propone desarmar una maquinaria regulatoria y estatizadora de una política que abarca los últimos veinte años.
Existe unanimidad en que la primera etapa de gobierno Mileista va a ser dura. Hay un consenso entre economistas, consultores económicos y del sector financiero que hay que implementar un ajuste de shock. Esto no va a salir barato. Seguramente el actual oficialismo, de haber ganado las elecciones, se hubiera topado con la misma encrucijada, pero lo hubiera amortiguado de manera distinta. Así sucedió con Menem. En este caso, veremos cómo logra encontrar consensos para implementar las diversas medidas que van en esa dirección.
Esta semana ya observamos señales por parte de los sectores involucrados con relación a los anuncios de privatizaciones de algunas áreas del Estado. Invariablemente, todo esto producirá un escenario de cierta conflictividad social. Veremos cómo equilibran la balanza las voluntades que ubicaron al presidente Milei al frente de la Casa Rosada.
Lo que se pudo percibir por estos días, parafraseando al expresidente Menem por parte de Milei, es que: “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me lo iban a dejar hacer y además no me hubieran votado”. Ya mostró como dará los primeros pasos como presidente, las jugadas políticas y de mercado que realizó; están dando una pista.
Dicen que en el encuentro de los dos presidentes, hace unos días, Milei manifestó “yo soy menemista, no soy gorila como Macri”. ¿Será cierto?