Sin embargo, aquella primera bandera, ideada por Manuel Belgrano, no fue bien recibida en Buenos Aires. El historiador detalla que el Triunvirato, entonces Poder Ejecutivo, le ordenó expresamente que la guardara y que continuara utilizando la enseña española.
“Lo insólito es que esa orden no le llegó a tiempo, por lo que Belgrano se la llevó igual al norte en sus campañas al Alto Perú. Con ella obtuvo victorias en Tucumán y Salta, pero también sufrió derrotas en Vilcapugio y Ayohuma”, relató.
Tras esa última derrota, las banderas quedaron ocultas. Según cuenta el académico, un sacerdote amigo del prócer escondió dos de ellas en la parte trasera de un cuadro religioso en una iglesia de Macha, Bolivia. Allí permanecieron por casi 70 años, hasta que fueron halladas en 1883.
“Esas dos banderas, conocidas como las banderas de Macha, son verdaderas reliquias. Una es celeste-blanca-celeste y la otra blanca-celeste-blanca. Hoy están en Argentina, restituidas por Bolivia”, destacó Carelli.
San Juan, una pieza clave en la institucionalización del símbolo patrio
En cuanto al vínculo entre la bandera y la provincia de San Juan, Carelli fue contundente: “La bandera de Belgrano no llegó inmediatamente a San Juan. Fue recién en 1816, cuando Francisco Narciso de Laprida, como presidente del Congreso de Tucumán, logró que se aprobara oficialmente el uso de los colores celeste y blanco como emblema nacional”.
Ese acto no fue menor: gracias a esa resolución, se comenzaron a utilizar en San Juan las banderas que luego portarían los ejércitos libertadores de San Martín en la campaña de los Andes.
“San Martín usó una bandera de dos franjas verticales, celeste y blanca, para su ejército. Y Cabot, desde San Juan, creó otra para su columna que marchó a liberar Copiapó y Coquimbo, también con el escudo sanjuanino en el centro. Esa es hoy nuestra bandera de la provincia”, explicó el docente.
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Bandera de la Columna Cabot, integrada por los sanjuaninos que liberaron Coquimbo y La Serena en el marco de la campaña sanmartiniana
El historiador subraya que, a pesar de la oficialización en 1816, no existía una estandarización del diseño, por lo que tanto San Martín como sus hombres idearon versiones propias para sus frentes de batalla.
De la promesa a la memoria activa
Carelli también hizo referencia al sentido actual de la jura a la bandera, que realizan los estudiantes en cuarto grado de primaria y, más tarde, en el último año del secundario. Y recordó cómo ha cambiado con el tiempo.
“Antes jurábamos defender la bandera hasta perder la vida. Era un juramento mucho más firme, más comprometido. Hoy es una jura de lealtad. Cambió el lenguaje, pero no debería cambiar el espíritu”, reflexionó.
Finalmente, el historiador llamó a resignificar el símbolo: “No es solo un acto escolar o una tradición sin peso. La bandera nos conecta con decisiones políticas, con actos de coraje y con una historia que también pasó por San Juan”.
Por Gabriel Rotter