El shock fue inmediato. Lo primero que hizo fue contárselo a su madre: “Le dije: mamá, tengo cáncer de mama. Y ella me respondió: hija, por favor, no digas eso.” Pero los estudios confirmaron la peor sospecha. Empezó entonces un tratamiento largo y desafiante, con ocho sesiones de quimioterapia y cinco años de medicación preventiva.
“Yo no quería hacer quimio. Siempre decía que, si me pasaba algo así, no me la iba a hacer. Pero el médico me miró y me dijo: pensá en tu hija. Ese día decidí pelear”, cuenta.
Aurora atravesó la quimioterapia en plena pandemia, viajando en colectivo con las defensas bajas. “Terminé la última el 8 de abril. Ese fue el día más glorioso de mi vida.”
Pero la lucha no fue solo física. “Lo más duro fue decirle a mi hija que tenía cáncer”, recuerda. “Tenía diez años y me dijo: no te preocupes, mamá, te vas a mejorar. Yo le prometí que no me iba a morir, sin saber si podía cumplirlo.”
Después vino el espejo. “Estuve tres semanas sin mirarme. Me sentía sucia, asquerosa, como si no fuera yo.” El proceso de aceptación fue lento, acompañado por terapia psicológica y psiquiátrica. “Me explicaron que la pérdida de una mama es, a nivel emocional, similar a la pérdida de un hijo.”
Con el tiempo, el humor se volvió su mejor aliado. “Me quedé pelada, sin cejas, sin pestañas. Mi hija me traía pelucas de colores y yo decidí salir al mundo así, pelada. Los chicos me pedían tocar la cabeza. Aprendí a reírme de mí misma.”
El cierre de su historia llegó con arte y simbolismo. “No quería tapar mi cicatriz, quería darle otro sentido. Que no significara que perdí algo, sino que renací.” Sobre la marca de su operación, Aurora se tatuó un ave fénix, el animal mitológico que resurge de las cenizas.
“Mi vida está resumida en ese tatuaje. Renací del dolor, del miedo y de todo lo que me pasó.”
Rechazó la cirugía reconstructiva. “No quería volver a pasar por un quirófano. Además, la obra social solo cubría la mama extirpada. Me iban a dejar una linda y otra no. Preferí quedarme con mi tatuaje.”
Hoy, Aurora lleva su cicatriz transformada con orgullo. “Quiero lucir mi tatuaje. Que se entienda que lo físico no es nada frente a lo que somos como personas.”
A las mujeres recién diagnosticadas, les deja un mensaje claro: “Hay que ponerle el pecho a las balas. Hay ayuda, hay mujeres que pasamos por lo mismo. No hay que dejarse caer. Nunca. Siempre hay que levantar los brazos y buscar una red de contención.”
Cada 19 de octubre se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mama, una fecha que busca promover la detección temprana y el acompañamiento a quienes atraviesan la enfermedad. Historias como la de Aurora recuerdan que, más allá de los tratamientos y los diagnósticos, la fuerza interior puede ser también una forma de medicina.
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