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El aniversario de la rendición Nazi: la historia detrás del final de la Segunda Guerra Mundial

La tarde del 6 de mayo de 1945, el general alemán Alfred Jodl, número dos de la Wehrmacht, fue conducido hasta al cuartel general aliado en Reims, Francia. En la mesa de la sala de guerra (hoy convertida en museo) loesperaba un documento de dos páginas con 234 palabras: el acta de rendición incondicional. A las 02.41 del día siguiente, Jodl, que meses después sería ahorcado tras los juicios de Nuremberg, estampó su firma. La guerra en Europa había terminado.

Esta rendición, firmada ante el mando aliado occidental, no fue bien recibida por Stalin, quien exigió que se refrendara en el cuartel general soviético en Karlshorst, Berlín (también convertido en museo). El 8 de mayo de 1945, a las 23:01, la ceremonia se repitió. El mariscal Wilhelm Keitel, jefe de las fuerzas armadas (que también acabaría ahorcado), firmó una nueva capitulación ante los representantes de las tres potencias aliadas más Francia, a la que se permitió estar presente en el acto. Esta vez sí, la guerra en Europa había terminado.

¿El 8 o el 9 de mayo?

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Las celebraciones de la victoria estaban pensadas para el 9 de mayo, al día siguiente de la ratificación de la capitulación. De hecho, el general estadounidense Eisenhower había dado la orden de que los diecisiete periodistas que estuvieron presentes en la ceremonia no difundieran la noticia hasta la firma de Berlín.

Sin embargo, el corresponsal de la agencia Associated Press en París, Edward Kennedy, convencido de que el embargo no se debía a razones militares sino políticas, decidió saltarse el bloqueo y comunicar la noticia el mismo día 7. Como consecuencia, el mundo se enteró del final de la guerra un día antes de lo previsto, y Kennedy fue despedido de la agencia (en su libro de memorias Ed Kennedy’s War explica todos los detalles).

Las celebraciones espontáneas no se hicieron esperar. A medida que se difundía la noticia, miles de personas empezaron a salir a las calles de París y Londres. Churchill intentó que Stalin renunciara a la segunda firma.

“Parecerá que los únicos que no lo saben son los gobiernos”, telegrafió a Moscú. Pero el líder soviético se mantuvo firme. Finalmente, acordaron que los aliados occidentales celebrarían el Día de la Victoria el 8 de mayo, y la URSS al día siguiente.

El 9 de mayo acabaría siendo la fecha oficial para las celebraciones del día de la victoria en Rusia y los países de la órbita soviética (aunque la mayoría lo adelantaron al 8 cuando se desintegró la URSS). La razón es que, cuando se firmó la rendición, pasadas las once de la noche, en Moscú, dada la diferencia horaria, era más de medianoche. Para unir las dos fechas, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió en 2004 declarar el 8 y 9 de mayo como Días del Recuerdo y la Reconciliación para quienes perdieron la vida en la Segunda Guerra Mundial.

Entre la alegría y la melancolía

El Día de la Victoria en Europa (VE Day en el ámbito anglosajón) se celebró el 8 de mayo en las principales ciudades de Europa y Norteamérica. En Londres, más de un millón de personas abarrotaron Piccadilly Circus y Trafalgar Square. Tras escuchar por los altavoces la declaración radiofónica de Churchill, se trasladaron hasta el palacio de Buckingham, donde el primer ministro y los reyes, Jorge VI e Isabel Bowes-Lyon, salieron a saludar.

También estuvieron presentes las dos princesas, Isabel y Margarita, que luego se unieron a las celebraciones en la calle de forma anónima.

“Fue una de las noches más memorables de mi vida”, recordaría la futura Isabel II en una entrevista de la BBC en 1985. Por toda Gran Bretaña se organizaron bailes y banquetes, y se quemaron hogueras coronadas por la figura de Hitler. El gesto más repetido fue el de la "V"de victoria popularizado por el primer ministro.

En París y Nueva York también hubo celebraciones multitudinarias. Los Campos Elíseos y Times Square se llenaron de miles de personas deseosas de compartir su entusiasmo por el fin de la contienda. Sin embargo, en cada ciudad se vivió de forma diferente.

En la capital francesa, la explosión de júbilo fue tan grande que la fiesta se prolongó durante dos días, hasta el jueves por la noche. Aunque, como recogía el diario Libération, “fueron los jóvenes los que se sintieron exuberantes. Entre las generaciones más antiguas, había un aire de indefinible melancolía”.

En Nueva York, en cambio, con las banderas ondeando a media asta por la reciente muerte del presidente Roosevelt, la celebración fue más comedida. En el ánimo de la población pesaba demasiado la sangrienta batalla que se estaba librando esos días en Okinawa, una de la más costosas en vidas de la guerra del Pacífico. Tanto Churchill como el presidente Truman, que casualmente cumplía años ese mismo día, recordaron en sus discursos que aún quedaba otra guerra por ganar.

Al día siguiente fue el turno de Moscú. Las noticias de la rendición alemana llegaron de madrugada, por lo que desde muy temprano la Plaza Roja comenzó a llenarse de gente. Se dispararon salvas, se lanzaron fuegos artificiales y los grandes reflectores, que se habían utilizado durante la guerra para detectar a la aviación enemiga, iluminaron la ciudad al caer la noche.

Las celebraciones de la Gran Guerra Patria, como se la conoce en Rusia, se oficializaron varias semanas después. El 24 de junio se organizó un impresionante desfile militar presidido por Stalin. Bajo una lluvia torrencial, las diversas unidades del Ejército Rojo fueron pasando una a una frente el mausoleo de Lenin. El desfile finalizó con los soldados arrojando a los pies de la tumba los estandartes capturados al ejército alemán.

PorCarlos Joric

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