/// Por María Eugenia Vega
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Mientras pasan los días, aguarda en el pabellón de Mujeres, cada miércoles y sábado cuando se le permite ver a su marido Cristian, en los jardines del Servicio Penitenciario, durante ocho horas. La relación amorosa que mantienen es muy diferente a su historia anterior. Sin la presión ni el desgaste de la rutina, pero con la ansiedad de no poder vivir más que lo que le ofrece el sistema judicial, Claudia Antonella Moya vive con sus culpas en la espalda, pero con la intención de hacer borrón y cuenta nueva, por ella, por sus hijas, porque aún es joven para dejarse morir.
Moya conoció a su actual marido porque comenzó a compartir celda con su cuñada, quien ya tiene arresto domiciliario. Los hermanos Ramírez habían estado implicados en el megaoperativo realizado por la Policía Federal, poco tiempo después de la muerte de Alfredo, cuando hubo más de 30 detenidos por comercialización de estupefacientes.
El golpe narco terminó por cruzar los caminos de Moya y Ramírez, en julio de 2017. Se conocieron porque visitas del joven insistían con presentarlos. Un día él le escribió una carta pidiéndole que acepte un encuentro para charlar. El flechazo fue de inmediato; y de alguna manera era cuestión de tiempo para Claudia, que habló con los psicólogos esa situación porque sabía que en algún momento le iba a "picar el bichito del amor". La personalidad de Moya lo ha marcado así y se vio reflejado en su historia.
Precisamente, según confiaron fuentes allegadas a la joven, "Ramírez siempre la apoyó y la contuvo en los momentos más críticos". Con 41 años, Cristian se convirtió en el hombre ideal para Claudia; demuestra la madurez que la joven necesitaba para sentirse contenida en medio de un lugar plagado de peleas, insultos, gritos y amenazas entre reas.
Según el entorno, en el penal, Moya se dio cuenta de que aquello que pensaba que era normal, el maltrato físico y psicológico cruzado, constante, en la pareja, no era lo mejor para nadie. La agresividad que había cultivado la joven se despertó, al parecer, cuando perdió uno de sus embarazos, antes del trágico episodio en el que mató a su marido, en medio de una pelea. Después de eso, la ira salió a la luz y su intolerancia se vio reflejada en sus reiterados cruces con Alfredo y su familia. Sin embargo, ahora tiene la ilusión de que eso no se repita.
¿Pero qué pensará cuando cierra sus ojos cada noche? Según dijeron las fuentes, pasó mucho tiempo sin dormir después de la muerte de Alfredo. Fue una situación que no se perdonó por mucho tiempo. Ahora trata de empezar de vuelta, con un futuro incierto a disposición de la Justicia, que no depende de ellos en su totalidad. Si ella sale y él no, porque aún no tiene juicio previsto, prometió "acompañarlo" hasta las últimas circunstancias.
Lo que espera, a poco de cumplirse otro año de la muerte de Alfredo
La defensa de Claudia Antonella Moya está a la espera de la respuesta del Máximo Tribunal Judicial de la provincia por un pedido de casación por los 15 años que la sala III le dio por matar a su marido Alfredo Turcumán, el 13 de junio de 2017. Ahora piden que sea absuelta por legítima defensa.
El momento del crimen fue en medio de un contexto de violencia extrema. La joven agarró un cuchillo que estaba en la cocina y se lo clavó a su esposo, según argumenta, para defenderse porque estaba embarazada.
Lo que plantea el recurso presentado, es que no se tuvo en cuenta la perspectiva de género, que incluye las circunstancias de embarazo avanzado de Moya y que era víctima de violencia. Si la Corte resuelve a su favor, quedará libre.