Al enterarse del hecho, casi un calco del que se produjo hace tres meses en barrio Alvear, la titular del Instituto Municipal de Salud Animal (Imusa), Diana Bonifacio, aseguró que la gente suele “negar” el riesgo que representa tener una mascota de tanta potencia como el pitbull. “Dicen: «Mi perro es distinto, yo lo conozco», cuando es imposible saber cómo puede reaccionar un perro«.
De hecho, la reflexión de Bonifacio se debe a que allegados al herido atribuyeron el ataque a que el perro habría reaccionado de forma inusual en momentos en que su dueño sufría un episodio epiléptico, un cuadro que desde el hospital, sin embargo, no pudieron confirmar.
“Es muy común que la gente busque excusas para explicar por qué su propio perro produjo un ataque semejante. Pero hay una enorme cantidad de hechos como este, muchos que no trascienden porque sólo nos enteramos cuando pasa algo muy grave, cuando interviene la policía o un tercero hace una denuncia”, afirmó.
Para Bonifacio, el Estado “realmente se topa con un límite cuando los vecinos niegan la información” que se les provee sobre los riesgos que implica tener perros como el pitbull y, sobre todo, si no se cumplen los deberes que impone la ordenanza 8.468. Básicamente, varios puntos que obligan a los propietarios de perros potencialmente peligrosos (como el pitbull, entre otra decena de razas) a usar bozal y correa corta en la calle, y a colocarles un microchip que los identifique en el Registro Unico de Mascotas, entre otras cosas que hacen a una tenencia responsable.
Además, la funcionaria insistió con la necesidad de castrar al animal —macho o hembra— a partir de los cinco meses, “sin esperar a que tenga cría”, y de vacunarlo contra la rabia.
Pero aun cumplimentando todos esos puntos, recordó Bonifacio, hay razas que nunca dejan de ser peligrosas, “aunque mucha gente crea que su perro es distinto porque se crió con los chicos” o porque es “amoroso”.
Un caso idéntico. El ataque del pitbull que puso a Luis A. al borde de la muerte es el segundo que se produce con las mismas características en Rosario en los últimos tres meses.
Esta vez, los familiares del mhombre (con domicilio en pasaje Toba al 7900, jurisdicción de la subcomisaría 21ª) refirieron que el perro reaccionó violentamente frente a un ataque de epilepsia de su dueño.
El episodio anterior se dio en barrio Alvear en noviembre, cuando otro pitbull se abalanzó sobre su amo, de 63 años, según testigos también mientras el hombre estaba teniendo convulsiones, y le produjo gravísimas heridas en orejas, cuello y cabeza. En algunos casos, recordó Bonifacio, la seriedad de las heridas obliga a una larguísima recuperación o deja discapacidades permanentes.
Con todo, la veterinaria se encargó de no demonizar al animal (que muchas veces, tras un ataque, “termina con un balazo o abandonado”, se lamentó) y reclamó dar un nuevo paso normativo, no sólo ligado a la tenencia sino a la reproducción y venta. “Habrá que avanzar con más legislación, porque aunque no se pueda creer hoy en Mercado Libre estos perros se compran y se venden, se cambian por un MP3 o por un ciclomotor”, recordó.
Pronóstico reservado. El director del Centenario hizo una cruda descripción del cuadro que llevó a Luis A. a terapia intensiva. Rascón contó que el hombre arribó “grave, en estado de shock y con heridas múltiples” en cabeza, cuello y brazo izquierdo. “No llegó muerto por minutos”, graficó.
Las lesiones, que comprometían su vida, obligaron a una cirugía de cinco horas y media, en la que los médicos intentaron reconstruirle la tráquea y otras partes del cuello, y efectuarle un by pass, ya que la herida más grave era una “ruptura completa del bícep, con arrancamiento de la arteria humeral, que resultó seccionada”.
Conectado al respirador, quedó en terapia intensiva en estado reservado.
Rascón recordó que, aunque no con la gravedad de este caso, al Centenario llegan “muchos pacientes” por ataques de perros. Por eso, insistió con la necesidad de tener “mucho cuidado” y de ejercer una tenencia responsable. La Capital.