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Una demora nefasta

El caso del ginecólogo acusado de abuso cuyo pedido de detención se formuló dos días después de que se filtró la decisión del juez de detenerlo no nos llama la atención. La morosidad judicial ya no puede ser el pretexto en el que se escuden los jueces. Este caso obliga a una explicación pública por parte de los jueces Pablo Oritja y Guillermo Adarvez.

La sucesión de hechos que se dieron esta semana en torno al caso del ginecólogo Carlos Hugo Martínez, delató una serie de irregularidades que por lo menos hoy no resultan una casualidad. El hecho de entregar a la prensa la información para que el médico sepa públicamente que será detenido, y la orden de detención se libra con tanto tiempo de demora, no hace más que presumir una deliberada acción judicial para beneficiar al acusado y darle todo el tiempo para que se escape. ¿Por qué la Justicia esperó tanto tiempo en darle una orden a la Policía cuando ya públicamente se sabía que iba a ser detenido?¿Acaso el juez o los jueces del caso no saben que eso iba a ser inevitable?¿Puede la comunidad pensar que los Magistrados fueron pagados por el reo o su defensa; para que se ideara esta maniobra, practicada hasta el hartazgo en Tribunales, para que finalmente todos pensemos que "son unos inoperantes" , cuando en verdad estuvo orquestado para que ocurriera así?

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El fundamento de que los jueces son lentos, ya no convence a nadie. El hecho de que nosotros los periodistas hayamos sabido que lo iban a detener, créanme no es porque somos sagaces; desde el Poder Judicial se ocuparon de que la prensa difundiera por todos los medios posibles que al hombre lo iban a detener, tras lo cual se tomaron dos días para ejecutar el pedido a la policía, tiempo más que abundante para que el médico se escapara.

Señores Magistrados, ya sabemos que no tienen vergüenza y que explicaciones no dan a la sociedad, no nos extraña que en esta oportunidad, ni los dos jueces que intervinieron ni la Cámara de Apelaciones de la provincia tengan un mínimo de respeto hacia las personas. Oritja y Adárvez con las denuncias actuales y tampoco Juan Carlos Caballero Vidal (hijo), Silvia Peña Sansó de Ruiz y Raúl Iglesias. Éstos últimos tienen en sus cajones hace cinco años por resolver la causa del ginecólogo que apeló el dictamen del Juez Pablo Flores y mantiene una pena en suspenso hasta que el fallo esté firme. Mientras tanto, el abusador está libre... total que importa ...a ninguna de sus mujeres ni sus hijas abusó, verdad?

Con profundo dolor les digo..."La Justicia no es lenta", la Justicia responde a maniobras que buscan en la morosidad el mejor fundamento para poder ocultar los verdaderos intereses que persiguen. Hoy nadie puede justificarle a un Juez, a dos o varios que no sepa que si tarda en una decisión, está beneficiando a alguien. Lo mejor que a ellos les sucede y les conviene es que la gente los insulte por inoperantes; porque así haciéndose los "tontos" todo el mundo podría recostarse en esa creencia.

La paciencia se agotó y esto llegó al colmo. Ahora se viene una renovación en la Corte de Justicia del Poder Judicial, será cambiar de protagonistas para que nada cambie?¿Será que ahora tendremos a nuevos actores en la misma película, con el mismo guión de hace decenas de años? ¿Nadie puede promover controles efectivos a los jueces que delaten sus desvergonzados errores?

Las víctimas de la Justicia somos todos nosotros, los humildes mortales que todos los días vamos a trabajar y soportamos cómo ante nuestros ojos se nos ríen y lo que es peor, ante la mirada, en este caso de once mujeres que se atrevieron a denunciar su tenebrosa experiencia en un consultorio ginecológico. Es imperdonable.

Ni qué decir, el caso de la gendarme que denunció abusos sexuales por parte de sus superiores en San Juan; la Justicia Federal hace silencio absoluto y no hay ninguna acción que permita el avance en la causa. Solo por mencionar un caso más, en donde mujeres son víctimas. Después nos llenamos la boca haciendo alegoría en defensa de sus derechos.

Solo resta decirles que no debemos bajar los brazos, que ahora somos nosotros, los adultos contemporáneos a esta corrupción los que tenemos la obligación de gritarlo a los cuatro vientos. Ojalá algún día, este deje de ser de manera recurrente el tema de mis editoriales.