Juan Trento
Juan Trento
El martes por la noche toda una familia vivió una extraordinaria mortificación provocada por la presencia de un delincuente en el interior de la vivienda familiar. Cuestión que advirtieron al llegar en el vehículo particular el matrimonio compuesto por Andrés Héctor Román, de 38 años; su esposa María Juliana Murillas, de 37; su hijo Conrado, de 5 y la pequeña Milagros, de 6 meses.
Diario UNO de Santa Fe mantuvo un diálogo exclusivo con los integrantes del matrimonio, María Juliana y Andrés, que narraron con detalles los aciagos momentos vividos y dieron gracias que la cuestión no pasó a mayores por obra de la casualidad y criticaron a la central policial 911 porque demoró media hora en enviar policías, y los vigilantes que llegaron lo hicieron a bordo de un automóvil particular rojo, cuestión que denotó una muy fuerte contracción al trabajo por parte de los agentes y la carencia de medios, al menos un patrullero, para que los agentes puedan realizar su tarea mínimamente bien. —¿Andrés puede contarnos cómo está compuesta su familia y qué le pasó el martes a la noche cuando llegaron a la vivienda familiar de calle Padilla al 1.500 de barrio Sargento Cabral, de Santa Fe?—Sí, claro. Bueno, nosotros somos un matrimonio con dos hijos muy chicos, Conrado de cinco años y Milagros de apenas seis meses. El martes por la noche, 21.15 aproximadamente llegamos a nuestra casa, y mi esposa advirtió que la puerta estaba entreabierta y le llamó poderosamente la atención. Inmediatamente bajo del auto con la beba en brazos tocó la puerta y efectivamente comprobé que estaba entreabierta, y nosotros la habíamos dejado cerrada. Eso hizo que yo bajara del auto a Conrado, el nene de cinco años, y ella los llevara hasta la casa de unos vecinos que tenemos de toda la vida, y yo comencé a los gritos a pedir auxilio al resto del vecindario, y en segundos había 20 personas al lado mío. —¿Usted no entró a su casa?—Nos dimos cuenta de que las luces estaban apagadas y nosotros las dejamos prendidas, cuando yo me dispuse a empujar una de las dos hojas de la puerta para ingresar, un hombre de complexión robusta salió violentamente del interior de nuestra vivienda y se llevó su mano a la cintura, dándonos a entender que estaba armado, y nos gritó con toda su fuerza. “Si te acercás, te quemo, si te acercás, te quemó”, y enseguida comenzó a correr hacia el oeste hacia la avenida General Paz. —¿Y usted y los vecinos de su barrio qué hicieron?—Qué se yo. Hicimos lo que pudimos porque la verdad es que la situación nos paralizó completamente, a todos, a nosotros, a los vecinos, la verdad es que pasar por una situación semejante es terrible y tremenda, nadie se prepara para semejante desafío. Nosotros somos un matrimonio como cualquiera con dos hijos chicos, y de golpe sucede todo esto. Igualmente, yo comencé a seguirlo al delincuente a cierta distancia porque quería saber qué iba a hacer, y fue hasta la avenida General Paz, que hay unos 60 metros aproximadamente, y vi cuando el delincuente se subió arriba de una moto en la que estaban otros dos cómplices con la motocicleta en marcha; se subió y el que la conducía aceleró a toda velocidad hacia el norte por avenida General Paz. —¿Sus vecinos fueron los que llamaron a la Policía?—Sí, todo pasó muy rápido, pero quiero decir que mientras el delincuente estaba en el interior de la vivienda hubo vecinos que se comunicaron con la central policial 911 y pidieron auxilio y ayuda policial describiendo la situación y diciéndoles a los policías del 911 que era probable que un delincuente estuviera en el interior de la vivienda de calle Padilla al 1.500. —¿Y entonces qué fue lo que pasó?—En el ínterin, el ladrón escapó como terminé de describir y detallar, y a la media hora llegaron los vigilantes de la comisaría 5ª de Santa Fe, vinieron tres policías en un vehículo particular rojo, se preocuparon particularmente por nuestra terrible situación, subieron a la vivienda y nos acompañaron en todo momento, e informaron de la situación a todos sus superiores policiales que estuvieron al tanto del suceso que nos tocó vivir. Pero, con mi esposa y con los vecinos del barrio nos preguntamos cómo los policías se tienen que mover en sus autos particulares con toda la inseguridad existente. Reitero, agradezco la actitud de los policías por la preocupación y por la responsabilidad que nos demostraron, pero no tienen medios. —¿Qué les robaron?—Todas las alhajas, todas; dinero en efectivo, computadora y algunos otros efectos personales que estamos tratando de ir sacando cuentas. Esto fue un horror, un horror que no debe volver a ocurrir jamás.