"Hay momentos en los cuales nos enfrentamos a decisiones que son como una ruta que se abre en dos caminos posibles.
Unos pueden ser sencillos y sin consecuencias graves: ¿Hará frío o calor? ¿Compro una remera azul o roja? Otros tienen efectos más permanentes: ¿Estudio abogacía o economía? ¿Pintamos la casa o nos vamos de viaje?
Ante estos momentos de incertidumbre corremos el riesgo de quedar paralizados y no tomar decisiones, dejando que se vaya el momento adecuado y termine resolviendo "el paso del tiempo". No es bueno dejarnos estar. Nos podemos quejar o arrepentir después, pero no estará a nuestro alcance cambiar el resultado.
Esta situación también la podemos graficar con la imagen del barco y el timón. Toda la fuerza para el desplazamiento la hace cada uno, pero ¿quién maneja el timón? ¿Quién decide el rumbo de la vida? ¿De quién es la responsabilidad de tomar la dirección oportuna en el momento indicado? ¿Hasta dónde somos libres?
Así como describimos esta necesidad de tomar las decisiones adecuadas en el plano personal, también lo debemos mirar en lo colectivo, como sociedad, como humanidad.
Estamos atravesando un momento crucial en el cual nos encontramos con una crisis socio-ambiental de dimensiones planetarias. Es imperioso tomar decisiones que tengan en cuenta el desastre producido: calentamiento global, desertificación creciente, contaminación de océanos y ríos, quema de bosques en la Amazonía y en nuestro país, pérdidas irrecuperables de biodiversidad.
El Papa Francisco nos advertía en su Encíclica acerca del cuidado de la casa común: "Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres" (LS 49). No podemos hacer oídos sordos como si todo estuviera bien.
Volviendo a la imagen del barco, hace falta plantearnos como humanidad cómo hacer los esfuerzos, pero decidir con cuidado a quién le confiamos el timón. ¿Al consumismo? ¿La avaricia? ¿La competitividad? ¿La renta financiera?