Kosaka acudió al Próvolo hace diez años y vivió allí hasta el 2013. No pertenecía a la propia congregación del instituto sino que formaba parte de la llamada Nuestra Señora del Huerto. Desde su arribo, era una de las encargadas de cuidar a los alumnos, fuera del horario de clases. De hecho, en ningún momento ejercía funciones docentes.
Una vez que estalló el escándalo por el que quedaron presos los sacerdotes Nicola Corradi (82 años), Horacio Corbacho (56), el celador Luis Ojeda (50), el monaguillo Jorge Bordón (55) y el jardinero Armando Gómez (46), la figura de Kosaka parecía representar un papel secundario en la terrible historia.
Sin embargo, la historia dio un vuelco a inicios de marzo, cuando se realizó la ampliación de la declaración de una de las chicas abusadas en el instituto. Fue entonces cuando se destapó la pesadilla por la que la monja nipona hacía pasar a los alumnos del colegio.
"Es paradójico, pero representaba la imagen de un verdadero demonio para el Próvolo. Según lo que contaron las víctimas, fue partícipe de los hechos más aberrantes que se registraron en el lugar", le afirmó a Carlos Lombardi, el abogado civil de varias víctimas del caso.
El famoso testimonio que disparó el infierno de la monja fue el de una joven que aseguró haber sido violada por varios sacerdotes a sus cinco años y que afirmó que la propia Kosaka era la encargada de ponerle los pañales a ella y a otros alumnos abusados para intentar así disimular los sangrados.
El caso salió a la luz de manera rápida en la provincia de Mendoza y su difusión en los medios locales despertaron nuevos testimonios sobre las aberraciones.
"Cuando mi hijo vio su rostro en la televisión, comenzó a golpearse la cara. Allí le contó a su padre que le había golpeado y había hecho lo mismo con otros chicos", afirmó la madre de una de las víctimas al diario Uno.
De acuerdo con los testimonios de los damnificados, no se comprobó que la japonesa fuera partícipe directa de las vejaciones sexuales contra los alumnos, pero sí se reveló que cumplía un rol principal en todo el sistema de los abusos.
"Era tan siniestra que esta mujer era la encargada de seleccionar y 'entregar' a los alumnos más débiles a esos curas para que cometieran los abusos", describió Lombardi. Según los abogados de las víctimas, la japonesa era responsable de tantear la resistencia de los niños mediante golpes y así poder identificar a los más "sumisos".
Como si fuera poco, en las últimas semanas se sumó el testimonio de otra joven, que aseguró que Kosaka la obligaba a ella y a sus compañeros a comer hasta vomitar en su propio plato.
El comportamiento violento de la monja japonesa no sólo se reducía al trato con los estudiantes, sino también con los mismos padres: "Maltrataba a los propios papás de los chicos. La violencia psicológica también era con ellos. Les decía que sus hijos eran un desastre con los estudios y que necesitaban más disciplina. A otros, les aseguraba que sus hijos eran 'anti fe'", relató Lombardi