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Revelaciones sobre los últimos días del fiscal Alberto Nisman

Lo que hizo el fiscal durante los días previos a ser asesinado en su departamento de Puerto Madero.

-Perdón, Iarita... hay momentos que no se pueden elegir...

Alberto Nisman miraba las pantallas con la información del vuelo a Buenos Aires, en el aeropuerto de Barajas, y trataba de tranquilizar a su hija mayor, Iara, para que esperara allí mismo, en el salón VIP de Iberia, a su madre. Serían sólo unas horas, hasta que la jueza Sandra Arroyo Salgado y su otra hija, Kala -entonces de 8 años recién cumplidos-, pudieran llegar desde Barcelona.

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Arroyo estaba furiosa con su ex marido, que cambiaba los planes familiares sorpresivamente. Discutieron por whatsapp hasta que hablaron, pero no hubo caso.

-Después lo hablamos. Se me va el avión. Iara te espera acá. La semana que viene vuelvo.

Nisman y Arroyo Salgado estaban separados desde hacía años, pero ese viaje a Europa había sido planificado cuidadosamente para sus hijas. Iara había cumplido 15 años en octubre y, entre fiesta y viaje, eligió viaje. El pasaje lo habían sacado aún antes del cumpleaños, el 27 de agosto de 2014.

La primera parte del plan se cumplió a la perfección. Iara esperó la última medianoche de diciembre para recibir el 2015 en casa de su mamá y luego la jueza de San Isidro la llevó al departamento de su papá, en Puerto Madero, para que volaran a Inglaterra. Cuando hicieron las valijas, verificaron que Nisman tuviera la campera que las chicas le acababan de regalar en su cumpleaños 51, el 5 de diciembre, para que la estrenara en las pistas de esquí de Andorra.

Nisman y Iara volaron entonces a Londres, donde estuvieron unos días hasta que visitaron Amsterdam y de allí a Madrid. Debían pasar luego a Andorra y encontrarse con Arroyo Salgado y la nena más chica en París, el 23 de enero, pero el fiscal decidió que el lunes 12 debía estar en Buenos Aires.

Iara, ¿vos notaste que tu papá había estado preocupado?

-No estaba preocupado, estaba ansioso.

Todo había cambiado pocas horas antes de que partieran. El 30 de diciembre, la procuradora Alejandra Gils Carbó había desplazado a dos fiscales federales porque no respondían exactamente a lo que ella quería y, por lo tanto, incomodaban al gobierno kirchnerista.

Eduardo Taiano dejó de subrogar en la Fiscalía Federal 5 por oponerse a pedir la indagatoria de Ernestina Herrera de Noble y Bartolomé Mitre por la compra de Papel Prensa -aún presionado por la procuradora, el fiscal se mantuvo en que no había ningún motivo para hacerlo y eso le costó el puesto- y Guillermo Marijuan fue sacado de la Fiscalía de Investigaciones de la Seguridad Social, donde pedía que el área que investigaba la corrupción en el PAMI tuviera a sus empleados efectivos y no contratados, para poder investigar mejor.

Todos en Tribunales pensaban que el desplazamiento obligado que seguía era el del jefe de la Fiscalía especial AMIA cuyo titular, Alberto Nisman, preparaba una denuncia por encubrimiento a los sospechosos iraníes del atentado, ocurrido en 1994 con 85 muertos.

Pero el cambio se demoró por una situación increíble y fortuita. Cuatro días antes de los desplazamientos que ejecutó Gils Carbó, Cristina debía reunirse con las autoridades de la colectividad judía para avisarles que sacaría a Nisman y proponerles un nuevo nombre para su reemplazo, pero se fracturó un tobillo en El Calafate. Cuando llegó a Buenos Aires para hacerse una tomografía, le indicaron reposo con la pierna inmovilizada, de modo que canceló sus reuniones de los últimos días del año. Esa circunstancia hizo que Nisman terminara el 2014 todavía al frente de la fiscalía especial que lideraba desde hacía 10 años.

El fiscal averiguó entonces que la procuradora Gils Carbó regresaría de sus vacaciones el lunes 12 y decidió que ese día él debía estar en Buenos Aires para presentar la denuncia contra Cristina esa misma semana, antes de que lo desplazaran y -estaba convencido- el gobierno archivara su investigación por encubrimiento designando en su lugar a un fiscal de Justicia Legítima.

Serían dos años de trabajo tirados a la basura.

Nisman llegó a Ezeiza a las 9 de la mañana de aquel lunes y se fue directo a la fiscalía, en Plaza de Mayo. Allí convocó a sus empleados de mayor confianza -ellos sabían desde una semana antes que Nisman adelantaría el regreso- y les dio instrucciones para finalizar la denuncia al día siguiente y presentarla el miércoles 14 en los tribunales de Comodoro Py. El juzgado de turno era el del juez Lijo, pero como éste estaba de licencia lo subrogaba Servini de Cubría.

Hasta ese despacho la llevaron personalmente los secretarios letrados Soledad Castro y Armando Antao Cortéz. La denuncia contra la Presidenta y parte de su gobierno por encubrir a los iraníes que volaron la AMIA la recibió un empleado en Mesa de Entradas. Tenía 289 páginas.

Pero aún no se adjuntaban las pruebas: 916 CDs de audio con las escuchas telefónicas que comprometían a los principales acusados y que Nisman decidió que entregarían la semana siguiente, tras copiarlos en 19 DVDs, con mucha mayor capacidad de almacenamiento.

Estas se iban a enviar recién el lunes 19, de modo que el gobierno se quedó durante larguísimos 5 días en un cataclismo político y sin mayor información sobre qué tenía Nisman realmente para sostener la denuncia. ¿Cuál sería el verdadero alcance de las pruebas contra Cristina? Nisman fue asesinado dentro de ese período.

Quien más sabía del caso era Antonio Stiuso, pero Cristina lo había echado hacía un mes. Otros espías que rodeaban a Nisman pudieron haber pasado más información, pero aún había bastantes dudas con el contenido real de las pruebas que sólo Nisman, Stiuso y apenas cuatro empleados judiciales de la más cercana confianza del fiscal conocían.

Esa misma noche de miércoles Nisman fue a TN y habló públicamente de su denuncia. Al día siguiente, el jueves 15, fue citado al Congreso para explicar sus argumentos. Quedaron en que lo haría el lunes 19, el mismo día en que llevarían los DVDs con las pruebas a Comodoro Py.

El viernes 16, Nisman almorzó sushi cerca de su casa y sus colaboradores le llevaron las copias de todas las escuchas ordenadas por el juez Canicoba Corral que, insólitamente, negaba haber tomado la medida. En ese momento, la diputada Diana Conti decía que, en el Congreso, al fiscal le irían "con los tapones de punta".

Por la tarde, Nisman le envió una foto de la revista Noticias con él en la tapa a su amigo Moro Rodríguez, el espía que le había recomendado a Lagomarsino y ahora vivía en España. La tapa decía: "Alberto Nisman, secretos del fiscal".

Moro le contestó: "Capooooo!!! Ese es mi amigo carajoooo". Y le envió una frase de Charles Chaplin: "No se mide el valor de alguien por sus bienes, sino por su carácter, sus ideas y la nobleza de sus ideales".Nisman le respondió con seis pulgares hacia arriba.

Moro Rodríguez le aseguró a Clarín que, poco después de firmado el memorándum con Irán, en 2013, Nisman ya le había contado a él que avanzaba con el encubrimiento: "Al canciller lo tengo hasta las bolas...", le dijo. El canciller era Timerman.

Aquel mismo viernes 16 de enero, Nisman llamó a 12 personas y se mantuvo en contacto con varios periodistas que lo buscaban para conocer más detalles de su denuncia contra la Presidenta. Por la noche le dio una entrevista a la Agencia Judía de Noticias: "Ojalá todos los ciudadanos, los 40 millones, puedan escuchar y ver la prueba que tengo entre mis manos. Yo sabía que pase lo que pase tenía que hacer esto. Yo no podía guardarme esta prueba, por mí y por la ciudadanía. Con que se sepa la verdad, mi futuro en todo esto ya no es importante", dijo.

El sábado 17, sus colaboradores más cercanos estuvieron en contacto con él hasta las siete de la tarde, cuando Nisman citó a la secretaria letrada Soledad Castro -una experta en Derecho Internacional y Terrorismo- para continuar trabajando en los últimos detalles el domingo. "Mañana nos vemos al mediodía", le dijo. Ella lo notó aliviado, divertido y de buen humor.

Castro le había dado a su jefe pendrives con información a medida que la investigación avanzaba. Le dio alrededor de una docena y Nisman siempre se los quedaba. Tras su muerte y luego de que hubiera alrededor de 60 personas caminando por la escena del crimen, esos pendrives desaparecieron.

Nisman estuvo ese sábado con los custodios Néstor Durán y Rubén Benítez, a quienes les pidió varios trámites. Los policías iban a hacer esos mandados siempre de a dos. Es decir, cuando se iban, Nisman se quedaba sin custodia en el fin de semana más caliente de su carrera judicial. Si en algunas horas iba a estar en riesgo, sería justamente en esas horas.

Esa tarde el fiscal le sacó una foto a los expedientes en los que trabajaba y a las 18.27 se la envió al vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff.

Al mediodía había llamado al celular del custodio Durán para pedirle que uno de los dos subiera a su departamento. Subió Benítez. Los custodios fueron a comprar sushi para su jefe y luego Benítez diría que en esa breve reunión a solas Nisman le pidió que comprara un arma por él. Aunque declaró al día siguiente del crimen, los detalles de aquel presunto pedido recién los explicó en su segunda declaración judicial, tres meses después.

A las ocho de la noche llegó Lagomarsino. Según su relato, le llevaba el arma que Nisman le había pedido antes, durante la tarde, en un contacto que según él buscó el fiscal.

La última gran novedad en el caso es que no fue así. No fue Nisman quien llamó primero a Lagomarsino aquel día sino al revés. Lagomarsino lo buscó dos veces al mediodía antes de que Nisman le respondiera los llamados, un par de horas más tarde. Recién después de eso Lagomarsino fue a Puerto Madero y terminó llevando su arma. Cuando subió en el ascensor, lo hizo junto al custodio Durán.

Los custodios se fueron a las ocho de la noche y dejaron completamente solo a Nisman durante 15 horas, hasta el domingo a las once de la mañana. En ese lapso fue asesinado.

A las 20.37 el fiscal habló por teléfono con el periodista Laureano Pérez Izquierdo. Este contó luego que hablaron de intrascendencias y que el fiscal "rió con ganas tras un comentario". Faltaban seis horas para que muriera y nadie, ni siquiera el propio Lagomarsino, dijo haberlo visto triste, deprimido ni angustiado.

Ese sábado a la tarde, el prefecto Miguel Ángel Gómez -que hacía adicionales de seguridad en las torres Le Parc- había visto frente al edificio, sentado en un banco, a alguien que reconoció como "agente de una de las brigadas de inteligencia". Nunca antes lo había visto por allí y ahora estaba a pocos metros de un puesto de diarios que tenía escaso movimiento y que tras la muerte de Nisman cerró y no volvió a abrir nunca más.

El domingo 18, los custodios de ese día -Miño y Niz- vieron que su jefe no les respondía desde las 11 y no hicieron absolutamente nada hasta las 17.24, cuando uno de ellos subió a tocarle el timbre por pedido expreso de una secretaria de Nisman.

Luego sigue la conocida historia de buscar a la madre del fiscal, ir y volver dos veces desde su casa -siempre juntos, ninguno se quedaba en Puerto Madero por si Nisman había tenido un accidente-; el llamado al cerrajero -cuando ya dos secretarias de Nisman y Arroyo Salgado desde París les pedían reiteradamente que tiraran la puerta abajo- y el fiscal muerto en el baño de un tiro en la cabeza con el arma que le llevó Lagomarsino pero que, según todas las pruebas acumuladas en el expediente, Nisman no disparó.

Era una pistola vieja, que Lagomarsino dijo haber heredado de un abuelo de su mujer, pero que para matar a Nisman estuvo cargada con balas Federal Classic, de última tecnología, alta velocidad y punta hueca. Es el tipo de balas que utilizan los sicarios.

Menos conocido es quiénes eran Miño y Niz, los custodios de ese día. Armando Niz debía hacerse un trasplante de riñón el martes 20 en el hospital Churruca y llamativamente estaba trabajando ese domingo 18. Después de hallar a Nisman muerto en el baño fue, se operó y ya no volvió a trabajar como policía activo.

Luis Miño era un custodio experimentado y entrenado para actuar en situaciones de emergencia. Antes de trabajar con Nisman, había sido custodio privado de Juan Navarro, el presidente del Exxel Group. No tiene el perfil de alguien indeciso ni titubeante para comportarse como lo hizo el día en que tardó 11 horas para buscar al hombre que debía proteger.

Cuando hallaron muerto a Nisman, además, Miño no subió. Sólo Niz entró con la madre y una amiga de ella al departamento del fiscal asesinado. Miño se había comunicado nueve veces con Benítez el día anterior, cuando Benítez dijo que Nisman le pidió un arma y Miño estaba de franco. ¿Esas llamadas tuvieron que ver con su desidia del día siguiente?

En una escucha posterior, Miño le dice a un superior: "Sabés lo que pasa... que en la vida ya nos manchamos demasiado con Armando". Armando es Niz, el custodio que debía operarse en el Churruca y en vez de estar internado halló muerto a Nisman.

Aquel domingo 18 de enero a la mañana, cuando Nisman ya estaba muerto y el país aún no lo sabía -según las pericias, lo asesinaron entre las 2 y las 3 de la madrugada- varios jefes de inteligencia de la ex SIDE hablaron entre ellos y con otros espías usando líneas telefónicas diferentes. Ocurría justo mientras los custodios estaban inmóviles y apáticos.

Esos cruces de llamadas son los que ahora, a días de cumplirse cuatro años del asesinato del fiscal, aún mantienen cierta esperanza de novedades en el expediente. Quizá sean la última llave que quede para sacarlo del triste inventario de los crímenes argentinos impunes. (Fuente: Clarín).