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La historia de la jueza rebelde que debutó secuestrando un cadáver en un velatorio

Fabiana Inés Martinelli es jueza Civil y Comercial hace 19 años pero durante este febrero y marzo ha sido mucho más que eso. Y por partida doble.

Primero: fue una de los 30 magistrados que se rebelaron contra la Suprema Corte de Justicia y la decisión hecha acordada -finalmente suspendida- de sacarles personal para enviarlo a Familia y Minoridad. A tal punto llegó el conflicto que esos usías no fueron al tradicional acto la apertura del Año Judicial.

Segundo: es la única esperanza para más de 1.000 mendocinos que compraron vehículos de marca VW vía planes de ahorro y que ya no pueden pagar las cuotas -muchos dejaron de hacerlo- por la altísima inflación.

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Esta semana, su figura se tornó pública a altos niveles de masividad. Fue cuando informó, micrófono en mano, a todos los accionantes contra VW, todos los pasos a seguir según los manuales procesales. Fue en el auditorio Bustelo.

Ahora, Martinelli, que tiene 52 años, recibe a Diario UNO en su despacho, en el sexto piso de los tribunales. Para llegar a esa oficina hay que atravesar un sector repleto de otras oficinas, con empleados, expedientes, abogados y salas de audiencias. El ventanal da al sur. La máquina de hacer café se enciende.

-¿Cómo vivió la audiencia del caso Volkswagen? Semejante contactocon el público era algo inédito...

-Es la primera vez que hago una cosa así. Me costó mucho decidirlo porque los jueces no estamos acostumbrados a responder preguntas, y porque, además, de acuerdo a la etapa que transita el proceso, solo podía explicar normas procesales pero nada del fondo de la cuestión. Yo todavía no escuché la postura de Volkswagen. Decidimos hacer la audiencia informativa porque, aunque había muchas cosas que no podía contestar, íbamos a escuchar a los accionantes. Y eso fue lo que hice. Por más que yo sabía, de entrada, que lo que me estaban preguntando no podía contestarlo, decidí escuchar a la gente. Y estuvo bueno. Fue un estrés importantísimo porque nunca había hecho una audiencia de este tamaño. Sí había dado conferencias para colegas pero nunca para gente que preguntara. Rescato especialmente lo que me ayudó el personal del juzgado y de Prensa del Poder Judicial.

-¿Cómo sintió en ese cara a cara a esos ciudadanos que iban en busca de respuestas?

-Sentí que la gente está muy preocupada por el tema de los autos, cada caso tiene su carga emotiva y están muy preocupados pero también advertí, y eso me pareció importante, que estaban muy contentos de que hubiéramos hecho la audiencia, que habláramos con ellos, que fueran y que nos hicieran preguntas y que se las contestáramos.

-¿Los jueces deben escuchar más a la gente?

-Yo creo que sí. Nosotros, en los juzgados civiles, estamos -hace dos años y medio-, con el sistema de oralidad, que nos permite escuchar mucho a la gente. (N. del redactor: La defensa de ese sistema enfrentó a los civilistas con la Corte) Cambió mucho la forma de manejar un expediente. Hoy, por ejemplo, yo tengo dos audiencias: una es inicial, la otra, final. La gente viene, escucha, conoce y sabe lo que se le está diciendo. Se le da un programa de soluciones para el caso en que no haya arreglo. Se le dice, por ejemplo, Mire, ésta es la prueba que hay que rendir para saber si lo que usted dice es cierto o si es cierto lo que dice el demandado, lo vamos a hacer así, en tal fecha, y habrá una audiencia en la que usted podrá escuchar a los testigos. Es otra cosa.

Martinelli aceptó el amparo colectivo y ordenó a la automotriz alemana retrotraer el valor de las cuotas a abril de 2018 y aplicaruna variación del 33% correspondiente al Coeficiente de Variación Salarial hasta noviembre de 2019, y luego, mantener la actualización aplicando el CVS publicado por el INDEC.

-¿Escuchar al judiciable mejora la calidad de las decisiones?

-Por supuesto. ¿Por qué? Porque es el implicado directo. Estábamos acostumbrados a ver la realidad a través de terceros: los abogados. Y no por mala fe, pero cuando el judiciable le cuenta al abogado, el abogado escribe y en el juzgado leen el escrito ya hubo un intermediario que procesó cierta información creyendo que no era importante pero que en realidad era importantísima. ¿Qué se logró con la oralidad? Las demandas las hacen los abogados y está bien, pero en las audiencias yo puedo preguntar cosas que los abogados no dicen en el expediente y que son importantes para tomar una decisión.

-Si está tan claro y comprobado que la interacción facilita el trabajo de la Justicia y mejora la toma decisiones ¿por qué la Corte no interactuó antes de decidir el traslado de personal al fuero de Familia con la acordada que debió ser suspendida?

-Acá llevo 19 años y no 2 días y lo que más llamó la atención fue que era la primera vez que un cambio así se manejaba de esta manera.

-Pero también fue la primera vez que un grupo de jueces se plantó contra una decisión de la Corte hasta que la Corte dio marcha atrás...

-Justamente por eso: porque no nos habían escuchado como antes, como en toda la previa del armado del Tribunal de Gestión Judicial Asociada (GEJUAS). Ahí hubo consenso y las decisiones que todos conocíamos fueron plasmadas en la acordada de origen. Fuimos pilotos de la oralidad. Sin embargo, esta vez fue a la inversa y eso desató el impulso de 30 jueces que nunca nos habíamos juntado, más allá de que nos conocemos.

-¿Por qué cree que gente de renombre que integra la Corte firmó la acordada que Jorge Nanclares bautizó "de la discordia"?

-Porque, me parece, no le dieron la trascendencia que podía tener el cambio. También hay que analizar a la gente en su contexto: es cierto que (el fuero de) Familia está muy vulnerable y tiene muchas carencias, también es cierto -como dijo el gobernador Suarez- que es más fácil administrar recursos cuando se los tiene que cuando no...

-¿Le sorprendió la actitud de Jorge Nanclares en este proceso, siendo que han trabajado juntos en muchos aspectos organizativos del sistema judicial y en cuestiones académicas donde se han prologado obras jurídicas?

-En el primer momento, me sorprendió. Es más: me dolió (N. del redactor: baja la mirada acompañando esa definición) Pero no solo a mí sino a toda la gente con la que venimos trabajando hace mucho con él. Después lo entendí, en este sentido: a veces, cuando uno está acuciado por las cosas diarias, no puede ver el panorama completo. Creo que le pasó eso. Después, vino a pedirnos disculpas y a decirnos que a lo mejor no era la forma. El presidente de la Corte quería que entendiéramos que buscaba un objetivo, valioso, y lo hemos reconocido.

-¿La Corte debió plantear el tema de otro modo?

-¿Hace cuánto que es jueza?

-Diecinueve años. Soy abogada desde 1993. Litigaba afuera y tenía mi estudio hasta que un día decidí rendir porque se abrieron varios cargos de juez civil. Entonces, llegué acá. Era muy joven. Tenía 31 años y encontré un mundo que no sabía manejar, lo que me costó muchísimo.

-¿Cómo fueron esas primeras horas?

-Nunca me voy a olvidar. Juré un 16 de febrero, vine a saludar al personal y la secretaria me recibió con un Venga, éste es su despacho. Cuando abrí la puerta el teléfono estaba en el suelo. Ni una silla había y yo no sabía ni a quién tenía que llamar para pedir una silla, imaginate lo que era pedir una computadora! Tuve que empezar a conocer la estructura de una institución como el Poder Judicial, donde las cosas están muy separadas por sectores y las sillas, por ejemplo, no se les piden a los mismos que se les piden las computadoras.

-El comienzo fue desolador...

-Sí, y más allá de que era muy joven, estaba dispuesta a que esto saliera bien.

-¿Cómo fue su primer caso?

Martinelli no es de linaje jurídico. La medicina y la arquitectura están en sus genes.

Tiene dos hijas. La mayor le seguirá los pasos: estudia Derecho y cursa el tercer año. La menor quiere ser médica.

-Hace años su imagen se hizo pública porque estuvo involucrada en un accidente vial y el test de alcoholemia le dio positivo. Nunca habló del tema. Si quiere hacerlo ahora, la escucho...

-Te voy a contar cómo lo viví. Noviembre de 2010. Un amigo que se había recibido organizó una comida para la familia y los amigos. Yo había ido con mi hija mayor, que por entonces era una niña. Todavía no existía, como hoy, la conciencia de no consumir alcohol (cuando posteriormente se va a conducir un vehículo) Durante la cena había tomado tres vasos de cerveza, cosa que no es habitual en mí porque la cerveza no me gusta, pero era lo que había. Si salgo a cenar prefiero vino y no cerveza. Volvíamos a casa a eso de la 1.15 por la avenida San Martín Sur, yo manejaba, y cuando estábamos casi frente al boliche Iskra se cruzaron, corriendo, un chico y dos chicas y yo, que venía por la banda rápida, toqué al chico, que cayó sobre el parabrisas y lo estrelló.

-¿Qué podía hacer? -evoca Martinelli-. Tenía autos a los costados, era veranito y la San Martín Sur estaba muy concurrida.

-¿Qué hice? -avanza con el recuerdo-. Supe que no podía pararme ahí porque si ponía el freno de mano me chocaban y nos llevábamos puesto al chico caído. Entonces, seguí y viré hacia la derecha para buscar dónde estacionar. Mi hija gritaba sin parar. Imaginate la situación. Yo no veía nada. Pasó una camioneta y una señora me empezó a tocar bocina y a gritarme, Te estás escapando, te estás escapando, y yo le contesté, No me estoy escapando, estoy tratando de frenar. ¿Cómo crees que alguien racional puede pensar en escaparse si no ve? Así yo fuera una mala persona y hubiera querido escaparme, hubiera sido imposible. Me paré, vino la Policía, luego yo fui a la Policía, nunca dije quién era y varios chicos del juzgado vinieron a acompañarme. Hice todo lo que correspondía como correspondía: la denuncia al seguro, las pruebas de alcoholemia... Fuimos con el policía al hospital El Carmen, donde estaba internado el chico que yo había atropellado. Tenía un corte en la cabeza y un golpe en la rodilla.

-¿Cómo siguió el procedimiento?

-Fuimos al Cuerpo Médico Forense, me sacaron sangre...

-¿Le hicieron el test de alcoholemia?

-Sí, dos: el de la pipeta y el de sangre. Hice todo. Hasta que en junio del año siguiente, cuando ya habían pasado más de seis meses, dos legisladores me pidieron el juicio político y llevaron el caso a la prensa. Por comentarios nunca confirmados supe que la madre del chico al que yo había atropellado estaba muy conectada políticamente y como la compañía de seguros estaba negociando qué le pagaría al chico y no se llegaba a un acuerdo, ella habló con esos legisladores. Todo lo que había pasado estaba dentro de las previsiones legales: yo no había excedido la alcoholemia de la compañía de seguros. Lo máximo que se detectó de aire aspirado es 0,87 y 0,63 de alcohol en sangre. O sea que estaba dentro del gramo de alcohol en sangre que las aseguradoras aceptan, así que la compañía salió a pagarle un monto de dinero muy importante.

-¿Cómo repercutió en los tribunales?

-El Jury de Enjuiciamiento no hizo lugar al juicio político. Hizo bien porque no correspondía porque cuando ocurrió el caso yo no estaba ejerciendo la función de jueza y tampoco hice valer mi título. La Corte dispuso un sumario administrativo: recibí una sanción moral. Criticaron mi accionar, como diciéndome que debí haber actuado de otro modo.

-¿Como diciéndole que si había bebido no debió haber conducido un vehículo?

-A eso iban. Me dijeron que un juez debe ser juez adentro y afuera de la función. Me lo aguanté. Tenían razón. No dije nada. Todo alcanzó semejante magnitud por cuestiones políticas y económicas. A los 20 días se llegó a un acuerdo privado por el pago que debía hacer la compañía de seguros.

-Ahora, la conciencia social ha cambiado acerca de la conducción de vehículos y el consumo de alcohol...

-A mí, la conciencia social me cambió ese día. El día que choqué me dije: si voy a un lugar adonde sé que voy a tomar un vino, voy en taxi y vuelvo en taxi. O invito a mi casa. Esa es mi conducta desde entonces. Lo pueden decir mis amigas. Voy en remís a todos lados. ¿Por qué? Porque me molesta ir a un asado y no tomarme un vino. Tampoco quiero ir con ese pensamiento, que para mí es un poco fantástico, de decir voy a ir y no voy a tomar.

La entrevista ha terminado. O casi. Porque la jueza invita a observar el desarrollo de una audiencia oral que ella misma va a presidir. Es un convite interesante.

Martinelli preside la audiencia. La acompaña una colaboradora. Frente a ellas, las partes en pugna. Los que buscan justicia. Con abogados y todo.

Lo que allí se diga y se haga será grabado en video para que el fenómeno de la oralidad quede registrado a todas luces: con voces y gestos, con todo lo que eso implica. Para que el juez tenga mayores elementos al decidir. El inexpresivo expediente de papel casi que ya no va más.

La jueza bromea con el personaje televisivo de la Doctora Polo y eso sirve para aflojar tensiones en la sala.

La audiencia avanza pero a un ritmo distinto de lo que históricamente han sido en los tribunales: avanza al ritmo de una conversación, donde cada una de las partes dice lo suyo y donde la jueza y su colaboradora conducen y administran el uso de la palabra.

El futuro es hoy, aunque en la Justicia, todavía, en muchos aspectos, sea con cuentagotas. Fuente: Diario Uno.