La ilusión era grande, gigante. El domingo amaneció así, más temprano de lo habitual. La Selección argentina podía consagrarse en el Mundial de básquet de China. "Es hoy...", había escrito en Twitter Luis Scola, el alma del equipo dirigido por Sergio Hernández. Es que la última vez que había disputado una final había sido en 2002, ocasión en que el conjunto nacional perdió con Yugoslavia.
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Pasaron 17 años y otra vez se presentó la oportunidad, en un certamen en que Argentina brilló, y paso a paso se fue afianzando y escalando: bajó a Serbia y a Francia. Llegó a la ansiada final contra la poderosa España. Pero no se pudo: fue 95 a 75.
"En nuestra cabeza era un objetivo, pero no en la cabeza de nadie. A medida que vayan pasando los minutos hay que empezar a tomar conciencia de lo que hicimos", sostuvo Luis Scola, experiencia y símbolo de esta Selección que transmitió valores además de juego.