Lo vieron venir a la distancia, suponiendo que, más temprano que tarde, el yate iba a disminuir su velocidad. Al darse cuenta de que eso no estaba pasando, Bryan Maess empezó a gritar y a agitar sus manos, con la esperanza de que el capitán de la otra embarcación, de unos 10 metros de eslora, revirtiera su rumbo. Pero eso no ocurrió.
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