El amor de pareja es un sentimiento placentero: despierta el bienestar propio y los mejores deseos para estar con el otro. Pero cuando ya no está, cuando el amor se va, ponemos a prueba la capacidad para convertirlo en una experiencia del pasado.
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El amor de pareja es un sentimiento placentero: despierta el bienestar propio y los mejores deseos para estar con el otro. Pero cuando ya no está, cuando el amor se va, ponemos a prueba la capacidad para convertirlo en una experiencia del pasado.
Existen personas que viven sufriendo por amor. La queja constante gira, casi siempre, sobre el amor no correspondido: desengaños, insatisfacción, elección de sujetos violentos, idealización del vínculo, postergación de otros intereses personales, etc.
El objetivo de estas personalidades es “cumplir el sueño de encontrar el hombre o la mujer que les asegure el amor perpetuo”. Claro que la mayoría de los seres humanos solemos tener el mismo deseo, solo que las personalidades sufrientes se abocan casi exclusivamente a buscar el príncipe o la princesa que las salve de la soledad.
Rápidamente creen estar enamorados, con una pasión incontrolable y demandan a su partenaire igual “intensidad de amor y compromiso”. La ansiedad por conocer los sentimientos del otro los hace impulsivos, posesivos y celosos. Hay infinidad de ejemplos que dan cuenta de esta necesidad: incontrolables llamados telefónicos, conductas manipuladoras, llanto fácil y amenazas de daño o suicidio.
Sufrir en la cama
Hay mujeres sufrientes que para retener a su pareja y demostrarle las “bondades” que poseen, o los cambios que han logrado en materia sexual, se ofrecen “como una puta”. Suponen que si se muestran efusivas y desbordadas por el deseo podrán volver a “atrapar” al hombre amado.
La búsqueda de acciones urgentes para reconquistarlo actúa provocando más rechazo. Todos conocemos la frase “no puede haber cambiado en tan poco tiempo”. Toda nueva conducta es, en realidad, una acción falsa que impacta en las esperanzas de la mujer, que se reprocha ahora por el nuevo fracaso.
Tanto accionar no queda solo en la intimidad. Amigas, familiares o desconocidos se enterarán de sus malas elecciones. Redundará en frases hechas “los hombres son todos iguales”, “las mujeres somos tontas” o, como dice el tango “los hombres me han hecho mal”; así van acaparando la atención de todas las personas.
Hombres que hacen sufrir
Las peores elecciones son los sujetos violentos. La dependencia se convierte en un vínculo perverso, de sometimiento, difícil de romper.
En otros casos, las decepciones amorosas generan inestabilidad emocional, caprichos, “berrinches” y hasta conductas de auto lesión para retener al ser amado. Hacen esfuerzos desmedidos para reconquistarlo, aún sabiendo que la relación no da para más. Tampoco aprenden de las experiencias pasadas y tienen poca capacidad de autoafirmación y de reflexión.
Tips para dejar de sufrir
1) Intentá dejar de lado los pensamientos que te hacen creen que sos una desafortunada y que no contás con capacidades para afrontar las relaciones amorosas con éxito.
2) Dejá de lado las creencias de qué le corresponde al hombre y qué a la mujer. Los roles de actividad y pasividad son construcciones culturales que limitan la acción y reducen el goce.
3) No subestimes tus capacidades innatas. Deberás aceptar que sos una buena electora.
4) No sumes al desengaño actual las malas experiencias del pasado. Viví el “aquí y ahora”.
5) No dejes que los demás influyan en la elección. Confía en tus apreciaciones.
6) Dejá de pensar en el amor no correspondido. Muchos son los factores que intervienen en la formación de una pareja.
7) No dejes que nada ni nadie te minimice, humille, golpee, ultraje tu cuerpo, ni tu dignidad, honestidad y nobleza. Menos que menos la libertad. Hay relaciones basadas en la crueldad. Si lo necesitás, pedí ayuda. Muchas redes sociales y organizaciones pueden protegerte y salir en tu defensa.
8) “Trabajar” para que el misterio del encuentro no se pierda debe ser una tarea de los dos.
9) Aprendé a pedir y a recibir. Disfrutás brindando amor y placer, pero también el otro espera su turno. Dejá que tu compañero trabaje con libertad.
10) Tu intuición es un don para reconocer lo que el otro necesita. No esperes que los demás tengan la misma capacidad. Hay gente que nace sabiendo y otros que siempre son aprendices. Ambos casos pueden ser iguales de excitantes.
Fuente: entremujeres