Por otro lado, esta historia también ha sido hecha pública por Masakatsu Ota, un escritor de la agencia de información Kyodo News (destacada por ser la líder en Japón) que también entrevistó a Bordne hace menos de un año. En su reportaje de investigación, el nipón llega a señalar que la realidad de este suceso (el mismo que casi provocó la Tercera Guerra Mundial) le ha sido corroborado por una segunda fuente que, por razones obvias, ha preferido mantenerse en el anonimato. Desde entonces, el autor se ha negado a desvelar quién le informó de ello.
En plena crisis cubana
Siempre en base a la entrevista realizada por Tovish, esta triste historia con final feliz comenzó en octubre de 1962, cuando el mundo se debatía entre el miedo y el pavor en plena crisis de los misiles de Cuba. Por entonces, Bordne formaba parte de un grupo de militares destinados a dirigir las cuatro bases secretas de la isla de Okinawa (bajo dominio estadounidense desde 1945).
Todos ellos contaban con varios misiles Mace B motados con ojivas nucleares Mark 28. Cada una 70 veces más potente que las bombas de Iroshima y Nagasaki y todas preparadas para ser lanzadas sobre las instalaciones militares soviéticas de Vladivostok si la situación se recrudecía.
A su vez, estos búnkers contaba con un centro de control común destinado a repartir las órdenes. Por entonces, estas instalaciones se hallaban en DEFCON 2, un estado de alerta que implica que, en cualquier momento, se puede pasar a DEFCON 1 -el cual implicaba que el disparo era inminente-. Es decir, que cualquier instante era bueno para que un misil pudiera ser lanzado sobre el enemigo.
Los sucesos
Estos sucesos se produjeron el 28 de octubre de ese mismo año. Aquel día, siempre según Bordne, su turno y el del resto de militares comenzó como de costumbre en el centro de control de estas estaciones secretas. Sin embargo, todo cambió cuando los cuatro centros de misiles recibieron un código determinado que les obligaba lanzar la friolera de 32 misiles con ojivas nucleares sobre Vladivostok (Rusia), Pekin (China), Hanói (Vietnam) y Pyonyang (Corea del Norte). Las cifras recibidas fueron verificadas por el capitán William Bassett, al mando de la operación. Eran verdaderas. Estados Unidos iniciaba lo que parecía que sería la Tercera Guerra Mundial. Después de que fuera corroborado el código, la tensión se comenzó a palpar en la sala de operaciones.
Bassett, como oficial de más alto rango, tomó el control de la situación y exigió calma. Aquello era algo demasiado grave. Decidió tomarse unos minutos para llevar a cabo la orden. Y es que, le parecía muy extraño que se le diese la orden de atacar a estos cuatro objetivos (muchos de los cuales no eran rusos y no estaban amenazando Estados Unidos) y no se les hubiese primero puesto en alerta DEFCON 1. Lleno de dudas, el oficial ordenó comprobar una vez más los códigos. Eran correctos. Aún así, prefirió esperar y contactó con el resto de mandos para que nadie dispusiese el lanzamiento. Como pretexto usó que el mensaje no había sido recibido de la manera adecuada.
Minutos después, Basset contactó con el Centro de Operaciones de Misiles y solicitó que le volvieran a enviar el código. No podía preguntar nada de las órdenes por teléfono debido al protocolo, pero de esta forma se aseguraría, al menos, de que no había ningún error en la cifra adjuntada. Nuevamente, se enviaron los mismos números y el mismo mensaje. Había que lanzar los 32 misiles.
Sin embargo, el capitán sospechó que algo no estaba saliendo bien, pues su interlocutor no se mostraba nervioso al otro lado del teléfono a pesar de que se había ordenado atacar a varios países diferentes. Nuevamente, el militar ordenó que nadie se moviese, algo que no gustó a un teniente que dirigía uno de los búnkers. Este informó de que iba a lanzarlos, por lo que Basset se vio obligado a enviar una escolta con órdenes de detener sus intenciones.
Por suerte, en el momento de mayor tensión, algo debió pasar en el centro de mando de misiles estadounidenses del que dependían estas instalaciones secretas (quizá se percataron de que erra un error) y se envió una orden anulando los disparos. Tras el error, Basset fue tajante: "Ninguno de vosotros dirá nunca nada de lo que ha pasado esta noche aquí. Y me refiero a cualquier cosa. Nada de discusiones en los cuarteles, en un bar o en casa. Ni siquiera escribir sobre ello. ¿Estoy siendo lo bastante claro?".
Fuente: abc