El policía Walter Fabián Talquenca quería seguir matando. Después de asesinar de dos balazos al comisario Julio Marcelo Barrio y a un camionero al que nunca había visto antes y herir a otras dieciocho personas, en el boliche en el que hasta un rato antes había bailado con su esposa, enfrentó a sus camaradas en la comisaría de Naschel, con el arma lista para disparar. Cuando lo desarmaron y esposaron, amenazó a uno de ellos.
Uno de los policías, posiblemente el oficial principal Silvio Godoy, que efectuó uno o dos disparos desde adentro de la seccional, acababa de herir a Talquenca en el tobillo derecho, porque no se entregaba ni soltaba su pistola Bersa Pro 9 milímetros, sino que apuntaba con el arma amartillada a los tres oficiales que lo habían perseguido hasta la puerta en un patrullero, el inspector Ysaac Cañete, el oficial Santiago Olguín y el alférez Gabriel Isaguirre.
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Cañete aprovechó que el disparo puso en inferioridad de condiciones al camarada homicida, enfundó su arma y se abalanzó sobre él. Le quitó la pistola y lo esposó. Y se quedó helado ante el único comentario que le hizo Talquenca: “Me pegaste un tiro. No te olvides que vos tenés familia”, le dijo. Después le sonrió con una expresión burlona.
“Suponemos que quería seguir en la comisaría la balacera que había comenzado en el boliche, ésa es la impresión que le dio al personal”, dijo ayer el comisario inspector Oscar Contrera, subjefe de la Unidad Regional 3 de Policía e instructor del sumario por la masacre cometida el sábado a la madrugada.
Apenas un empujón. Puestos a indagar en la vida de Talquenca para descubrir qué lo llevó a desatar su furia homicida, un roce con otro hombre en la pista del boliche “Natacha” es el único posible motivo que descubrieron los investigadores, confió Contrera.
El inspector y su pareja, Laura Pereyra, hermana y cuñada de policías, habían tomado unos tragos en el pub “Aura”, en la calle San Martín, a cuarenta metros de la discoteca.
Aunque el sábado un testigo dijo que el policía vivía en Naschel desde hacía más o menos un año, ayer explicaron que hace por lo menos cinco que reside en la localidad. Antes, la pareja, que convive desde hace unos diez años y tiene una nena y un varón, vivió en Villa Mercedes, donde Walter cumplió servicio en distintas dependencias. El policía nacido en La Paz, Mendoza, tiene tres hijos de un matrimonio anterior.
Del pub se cruzaron a la discoteca, ubicada también en San Martín, pero en la vereda opuesta, e Independencia. El Renault 12 rojo del policía había quedado estacionado casi frente a “Aura”.
Según la mujer de Talquenca y otros testimonios, cuando bailaban, el policía se empujó con otro hombre. “Habría sido producto del amontonamiento, porque había mucha gente en el boliche, entre doscientas cincuenta y doscientas ochenta”, dijo Contrera.
El encontronazo en la pista alteró a Talquenca. Salió con su mujer al patio y hablaron, probablemente en forma acalorada. Ella decidió irse caminando a su casa, ubicada a diez cuadras. Él había resuelto entrar otra vez al boliche. Fue hasta el auto, sacó la pistola y volvió. De pasada, frente al pub, le disparó a Doris Yamila Gatica, una chica de La Toma que estaba en la vereda con su novio, Miguel Lucero, y un amigo, Alexis Ibarra.
No saben quién es la persona que se había empujado con Talquenca, en un incidente que no había pasado a mayores. Pero es casi seguro que no fue el camionero Fernando Brizuela, de 37 años, de Rojas, provincia de Buenos Aires.
El chofer visitaba Naschel esa noche por primera vez y con dos compañeros de ruta decidieron ir al boliche a divertirse hasta que fuera la hora de ir a Concarán a buscar una carga para volver a Buenos Aires. Salía ya del boliche cuando el policía entraba de nuevo. Los amigos aseguran que Brizuela no había tenido ningún conflicto dentro de “Natacha”. Sin embargo, fue el primero al que Talquenca le disparó en la cara cuando se lo cruzó en la entrada. Brizuela cayó muerto en la vereda.
El policía avanzó hacia el interior. Ni el arrojo de un superior al que un rato antes le había estrechado la mano en un saludo cordial alcanzó para frenar sus deseos de matar.
Salió del boliche con el arma en la mano. Uno de los dos policías a los que no hirió en “Natacha” lo vio subirse al Renault 12 e irse.
Cañete, Olguín e Isaguirre salieron tras él en un móvil. Pensaron que había ido a su casa, ubicada a menos de media cuadra de la avenida Bartolucci, el acceso al pueblo desde la Autopista de los Comechingones. Pero el Renault rojo no estaba frente a la vivienda.
Salieron por Bartolucci hacia la autopista, ubicada a cuatro cuadras. Una antes de llegar al cruce, se lo encontraron de frente. No saben de dónde venía el homicida, que pasó junto a ellos hacia el centro del pueblo, pese a las órdenes que le daban por el megáfono para que se detuviera.
La avenida Bartolucci se convierte luego en la calle Pedernera. Sobre esa arteria está la Comisaría de Distrito 24ª. Los policías del patrullero le advirtieron al principal Silvio Godoy que estuviera atento, porque Talquenca iba a pasar frente a la dependencia.
Cuando llegó frente a la comisaría, el matador detuvo el auto. Pero no se bajaba, pese a las indicaciones de los efectivos que lo habían perseguido. Cuando por fin salió del auto, les apuntó a los tres una y otra vez, haciendo un barrido con el arma, contó Contrera. La pistola tenía el martillo montado: así se había asegurado que los tiros salieran.
Fuente: Diario La República