// Por María Silvia Martín
Con ello se abre la posibilidad de mirar más complejamente los procesos educativos. Estos no deben restringirse a la preparación en determinados saberes, sino que ante todo deben comprenderse como procesos de formación de una cultura ciudadana pluralista, democrática y solidaria. Educar en valores hoy es formar ciudadanas y ciudadanos auténticos que sepan asumir conscientemente los retos de la globalización y puedan comprometerse en la construcción de un mundo más justo, más inclusivo, equitativo e intercultural.
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Vaya desafío tenemos en éstos tiempos donde todos nos creemos saber todo, conocer los resultados de lo que viene y nos atrevemos siempre a diagnosticar y pronosticar sobre todos los temas con absoluta preponderancia sobre el desconocimiento y con el agravante de sentirnos que sabemos todo.
Educar para la solidaridad, para la paz, para la igualdad de oportunidades requiere de los educadores nuevas estrategias en el aula y en los demás espacios educativos. El desarrollo sostenible, la coeducación o la educación para el medio ambiente son temas indispensables para la transformación del mundo a través de la educación ética. Algunos agentes sociales han tomado iniciativas; que buscan enraizar un proyecto global de formación que consta de distintos materiales para el alumnado y el profesorado, que fomenta la participación desde los primeros años escolares, a través del cuento y de la fantasía, de la metodología reflexiva y participativa, de las nuevas tecnologías y de la construcción de una red de escuelas solidarias.
Su objetivo es contribuir en la formación de una futura ciudadanía crítica y comprometida con la justicia social y la erradicación de las desigualdades. Para ello necesitamos de un verdadero compromiso en la escuela y en el hogar para el trabajo mancomunado de la escuela con su contexto social.
La filosofía de esta iniciativa es trabajar la educación en valores a partir del conocimiento de la realidad social, que permitan la comprensión de la realidad actual y que promuevan tanto la educación en valores como la formación de identidades solidarias.
Es la escuela el ámbito más adecuado para llevar adelante esta iniciativa porque es en los niños donde formamos verdaderamente y se convierten en agentes promotores de la enseñanza en el hogar. Para ello el maestro debe conocer exactamente en qué ambiente se desenvuelve el niño para poder conocer también qué respuesta tendrá a la enseñanza y cómo podrá llegar al cambio de conductas. Aquí aparece el trabajo integral donde la asistencia social cobra valor y la educación debe acompañarla.
Hoy nos preguntamos cómo es posible que en nuestro país, por una cuestión cultural, sea difícil lograr que haya emprendedores y que a través de ese método el de "emprender" se acentúe la cultura del trabajo; aunque parezca mentira la educación en valores tiene mucho que ver. Si nunca aprendimos cuál es el funcionamiento de mi mundo, si nunca entendí dónde está el engranaje para el desarrollo de la sociedad, nunca tendré iniciativas para cumplirlas.
Nos hemos pasado la vida con un enfoque, no diríamos equivocado; pero sí tal vez hoy vetusto sobre lo que el mundo demanda de la sociedad. Hoy requiere de un compromiso que nos pone como actores principales con iniciativas innovadoras, creativas e ingeniosas especialmente en el mundo del trabajo. Nuestro perfil debe estar orientado a tener la necesidad de serlo, porque será la única manera de conducirme para concretarlo. Allí la educación cobra relevancia, los maestros deberán ser quienes lo produzcan y el Estado deberá acompañar con ese incentivo.
Sarmiento hace 150 años pensó en un país que debía salir de la ignorancia para poder ser libre y generar su propio crecimiento, su mensaje y obra siguen más vigentes que nunca porque sigue siendo el motor del desarrollo la Educación.