Desde los modelos a predominio masculino, que continúan difundiéndose en películas, en la literatura y aun en el material pornográfico, hasta la misma medicina que se niega a aceptar la sexualidad como legítima y necesaria en pos del derecho al placer, y con mínima investigación científica sobre los trastornos sexuales femeninos, en comparación a la investigación sobre las disfunciones masculinas, la falta de información, reflexión y hasta de cuestionamiento sobre lo impuesto no deja que 'penetren' los datos reales para desplazar a los mitos existentes.
"El sexo difiere de la sexualidad, siendo el sexo todo aquello que está determinado por la biología y limitado a los órganos sexuales y hormonas, y la sexualidad, como una configuración mucho mayor que abarca aspectos físicos, psicológicos, sociales y culturales. La sexualidad es una parte fundamental de la personalidad y por lo tanto es tan singular como la identidad misma", explicó a Infobae Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.
"La vagina, por su disposición anatómica, no solo está escondida a la simple observación, sino que sirve de 'escondite' a tabúes, falsas creencias, y el desinterés por desentrañar los misterios de ese extraño órgano. Son muchas las mujeres que no se interesan por saber o preguntarse cómo se han construido todas esas construcciones mentales que durante tanto tiempo las han privado del disfrute sexual", sostuvo Ghedin.
El 20% de las mujeres argentinas son anorgásmicas, es decir que no alcanzan el orgasmo o rara vez lo hacen y una de las causas productoras de la disfunción es el desconocimiento de su zona erógena además de reprimir las sensaciones placenteras que provienen de ella. Dicho conocimiento del cuerpo erógeno se adquiere por la autoexploración, la masturbación y la predisposición a querer saber y entregarse al placer, según advierten los expertos.
Por su parte, son pocos los hombres que se permiten explorar sus propias sensaciones corporales, no fálicas, o pedirles a sus parejas que los estimulen de un modo no convencional. "El pensamiento dicotómico -continuó- atraviesa la valoración erótica; algo está bien o está mal; hay placer o displacer; y se cumple o se falla. La mente disocia en opuestos cuando el cuerpo obturado por el registro normativo no es obediente".
Para Ghedin, uno de los mitos más comunes alrededor de la sexualidad femenina sigue siendo "la búsqueda del famoso orgasmo vaginal, epítome de la madurez femenina que debe imponerse sobre la inmadurez virilizada del orgasmo clitoriano".
El especialista sostiene que tanto se ha creído en su existencia (y se sigue creyendo) que muchas mujeres se sienten anorgásmicas o "falladas" porque nunca han obtenido un orgasmo vaginal. "Desde hace más de cincuenta años se sabe que la vagina no está preparada para descargar orgasmos y que los falsos orgasmos vaginales no son otros que los detonados al estimular las raíces internas del clítoris, es decir, aquellas que se meten en el interior de la vagina", indicó.
Existen mujeres que llegan a tener orgasmos por penetración (se estimulan estas raíces o extensiones del clítoris), otras que lo tienen por estimulación del clítoris y penetración y existen aquellas que necesitan una estimulación en el clítoris cuando son penetradas porque ésta, por si sola, no provoca el orgasmo. Ninguna es patológica, son solo maneras fisiológicas de obtener la respuesta orgásmica.
A la hora de proponer cambios en pos de hacer algunos "arreglos" en la dinámica del encuentro, Ghedin advierte que es fundamental que la mujer no espere el famoso orgasmo vaginal, sino que "mientras es penetrada que ella misma o su pareja estimule el clítoris para llegar al orgasmo".
La resistencia a este cambio puede venir por ambos lados: el hombre cree que solo con su pene erecto debe lograr la maravilla del orgasmo (para incrementar su estima viril) y la mujer cree que debe llegar solo por las condiciones masculinas y que estimularse el clítoris es una muestra de la poca virilidad y de su incapacidad como mujer.