“Peor que no terminar un viaje es nunca partir”. Esta frase pertenece a Amyr Klink y fue la excusa para que Robson Silva Macedo, profesor de Educación Religiosa, Marco Aurélio Berao, profesor de Biología, y Gilmar Moura Guedes, profesor de Filosofía, emprendieran una expedición que les permitió unir Río de Janeiro (de donde son oriundos) con Ushuaia en Tierra del Fuego. Uno de los objetivos del viaje es motivar a los alumnos del Colegio Estatal Brigadiero Schorcht (CEBS) donde ellos dan clases y sobre todo brindarles un mensaje ecológico relacionado con la importancia del cuidado del medio ambiente.
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Pero esto no es todo porque el coche, y persiguiendo este fin ecológico, funcionaba a biocombustible: por un lado aceite de fritura reciclado y por otro, biodiesel. Además de demostrar que con esfuerzo y empeño se pueden alcanzar metas, los cariocas registraron todo el viaje con el propósito de armar un documental para utilizarlo en sus clases y así observar la biodiversidad que poseen Uruguay, Chile y la Argentina sobre todo, países que atravesaron con este proyecto.
Un fin educativo
“Esta expedición nació ante la necesidad de motivar a los alumnos, llamar la atención de la sociedad civil y a los gobiernos sobre la importancia de la educación, que siempre debe estar como una prioridad. Éste es el primer objetivo de la expedición. La intención fue recorrer muchas regiones, rutas de la Argentina, de Chile, de Uruguay y del sur de Brasil en un auto viejo, que en realidad no es viejo sino antiguo, es un clásico Mercedes Benz cuyo fin es llamar la atención y creo que alcanzamos esa meta”, fueron las primeras palabras de Gilmar Moura Guedes, el único de los tres brasileños que hablaba español al se entrevistado por Diario UNO.
Bajo la consigna Projeto da Estrela - Expediçao ao fim do mundo, Gilmar aprovechó para además contar: “El otro objetivo es hacer un documental con las películas que grabamos, con toda la naturaleza que emerge de América del Sur”. “Muchos brasileños no conocen y ahora lo van a ver por nuestros ojos”, agregó. Es decir, armaron un material para trabajar con los alumnos en las clases de sociología, geografía, política, y todas las disciplinas y agregando a esto el cuidado de la naturaleza.
Muchas cosas para contar
Además, de la curiosidad que despertaba el auto, lo que llamaba la atención también es que funcionaba en gran parte con combustible de aceite de fritura. Fue así que Gilmar contó que entre los alumnos hicieron una campaña de dos o tres meses donde en sus casas recolectaron aceite usado. Juntaron unos 200 litros, hicieron un proceso de decantación, luego de filtrado con métodos simples y cuando adquirió un color ámbar estuvo listo para ser utilizado.
“El auto no tiene ninguna pieza especial sino una que se llama cambiador, la emisión de gases es muy baja es de 25 a 30 por ciento de partículas, y no tiene azufre. Además, es muy económico porque con un litro se hacen más o menos unos 60 kilómetros. El auto primero arranca a diesel y una vez que calienta se puede usar este aceite”, contó Gilmar.
En estos 32 días hasta llegar a Santa Fe atravesaron varias dificultades: se les rompió el auto, la mayoría de las veces durmieron en carpa y en el sur del país por ejemplo soportaron una temperatura de 5 grados bajo cero; sobrellevaron la desolación de la Patagonia y al mismo tiempo disfrutaron de la belleza de sus paisajes. Sólo para detallar algunas. “La educación y la amabilidad de los argentinos nos hicieron sentir como en casa y eso fue muy importante para nosotros”, expresó Gilmar Moura Guedes.
Ayer partieron nuevamente hacia Río de Janeiro y en total harán unos 20 mil kilómetros a bordo del Mercedes Benz. Con respecto a los recursos para encarar esta travesía, Gilmar contó que el Consulado Argentino en Río de Janeiro auspició este proyecto, además del apoyo de muchas personas y distintos gobiernos a lo largo del recorrido, quienes los asistieron de diversas formas. Contó que cuando lleguen a destino, una gran fiesta en el patio de la escuela los espera.
La travesía comenzó el 2 de enero cuando tomaron la ruta hacia el sur de Brasil, luego llegaron hasta Montevideo, pasaron por Colonia del Sacramento; abordaron un buque hasta Buenos Aires, y tras retomar la ruta 3 pasaron por Mar del Plata, Bahía Blanca, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Río Grande hasta Usuhaia.
Desde el Fin del Mundo, emprendieron el regreso por la ruta 40. Estuvieron en Punta Arena, Calafate y tras pasar por varios pueblos y ciudades llegaron hasta Mendoza y de allí cruzaron la frontera con Chile. Otra vez en la Argentina, partieron hacia Córdoba y desde allí a Santa Fe. “Esto es también para demostrarle a los descreídos que se puede. Muchos nos decían que no íbamos a llegar y que no iba a valer de nada. Hoy yo les digo que gané mucho, que me llevo una riqueza incomparable. Ningún dinero ni la mejor tarjeta de crédito puede ofrecer esta experiencia”, concluyó Gilmar.
Por último dijo: “En cada lugar donde parábamos llamaba mucho la atención el auto, todos preguntaban, se interesaban y por eso consideramos que fue la puerta de entrada para nuestro objetivo. Nos daban aliento y muchas fuerzas porque decían que estábamos haciendo algo muy bueno y que tendría que haber más personas como nosotros y eso nos daba mucho ánimo”.