"La última vez que me corté el pelo fue en el ´78. De chico decía que cuando fuera grande nunca me lo cortaría, porque en todos lados donde iba me decían que no podía tener el pelo así. Incluso, perdí de trabajar en muchas empresas por no querer cortarlo", recordó.
Antes de dejar de cortarse el cabello, Avilés, quien dice que tiene mezcla de sangre mapuche, tehuelche y de gringos, comenzó a trabajar en la peluquería de su amigo Juan Mercado, aunque sólo iba a ser "por una semana". Pasaron ya 41 años y en ningún momento se alejó del salón de belleza.
Recuerdos y sueños
Su sangre y sus rasgos indígenas le generaron muchos problemas durante su niñez. En el colegio, donde lo obligaban a tener el pelo muy corto, era discriminado por sus compañeros, que, sin embargo, acudían a él cuando tenían problemas. "Ellos me daban monedas a cambio de que los defendiera de los pibes más grandes. Yo aprovechaba y me ganaba unos pesos", recordó.
En los años siguientes, cuando tenía 14, se convirtió en padre y luego vendrían seis hijos más. A los 25 años quedó viudo y eso lo hizo acercarse aún más a su familia. "Tuve que hacer de madre y padre. Me aferré a mis hijos para esquivarle al dolor, y mis hijos se aferraron a mí. Por eso somos muy familieros", expresó.
Además de cortar el pelo, a Avilés le gusta escribir historias, versos y leyendas que lee en distintos festivales. También tiene otros sueños: "Ser piloto de avión, aprender fotografía y ser actor de cine". "En algunas oportunidades hice castings y me han propuesto hacer algo en el futuro, porque creen que cuando mi pelo esté totalmente blanco podré encarnar algún personaje en una película de los pueblos originarios. Por eso me puse a leer libros de cómo hacer un guión, porque quiero participar en ese armado", concluyó.