Concretamente, la pequeña debía mantener relaciones sexuales con un mínimo de 30 hombres al día para que el proxeneta no se pusiese violento. Cada cliente pagaba un total de 100 pesos ($60 argentinos), dinero que se quedaban en su totalidad aquellos que la obligaban a prostituirse.Desgraciadamente, allí Karla también descubrió como niñas de 8 y 10 años eran sometidas a operaciones de cirugía estéticacon las que les eran aumentados los senos antes de empezar a "hacer la calle"."Mucha gente cree que muchas de las chicas están ahí por gusto. Y no es así. A veces nos tapamos los ojos y nada más tenemos la venda. No nos fijamos de todo lo que pasa cuando vemos a una chica simplemente por usar falda y tacones", determina la protagonista al diario Latinoamericano. Aquella situación hizo que se quedase embarazada en dos ocasiones, en las cuales tuvo que abortar por orden de sus jefes. A su vez, tuvo que soportar las violaciones de un grupo de agentes de la policía que, en lugar de salvarla, fueron "invitados" a sus servicios.Por suerte, a los 16 años Karla logró escapar con la ayuda de un cliente que, tras conocerla, pagaba todos los días para hablar con ella. "Era una persona que solamente pagaba para platicar conmigo. Me convenció de que podía ser más que un objeto sexual para los hombres y también para las mujeres", determina la joven al diario.Ahora, 6 años después de vivir aquel calvario, esta chica se dedica a viajar por el mundo contando su historia con el objetivo de que no vuelva a repetirse. Siempre en palabras de "Central", ya ha visitado al Papa, a la reina Rania de Jordania, y a otros tantos personajes públicos.Fuente: ABC.es