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Monseñor Jorge Lozano: "Me ofrezco como servidor del diálogo en búsqueda de la amistad social"

El nuevo obispo coadjutor de la provincia brindó un discurso conciso en el que se reconoce como un hombre con errores como todos, pero siempre dispuesto a servir. Agradeció todo el cariño de los sanjuaninos.

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Ante una gran multitud que colmó la plaza 25 de Mayo, el nuevo obispo coadjutor, Jorge Lozano, juró hoy como nueva autoridad de la Iglesia Católica de la provincia.

Acompañado en todo momento por monseñor Delgado quien seguirá al como jefe de la Iglesia local hasta junio del año que viene, Lozano brindó un discurso conciso y frontal.

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Es que el religioso, quien además escribe columnas de opinión para diferentes diarios, brindo unas palabras en las que agradeció el recibimiento y se ofreció a trabajar por la provincia, siempre reconociendo su condición de hombre que tiene errores como todos.

Agradeció a sus familiares y a las autoridades locales que le dieron la bienvenida, entre ellos el intendente de la Capital, Franco Aranda, quien le entregó la declaración de vecino ilustre y el gobernador Uñac quien se estrechó en un abrazo con el religioso.

A continuación el texto del discurso del nuevo obispo que tiene San Juan:

"Dios es luz, y en Él no hay tinieblas." (I Jn 1, 5)

Buenas noches, querida familia de San Juan.

Mis primeras palabras quieren ser una invitación a dejar que brille en nuestra vida, en nuestras comunidades la luz del Señor. El día de nuestro bautismo hemos recibido la luz de la fe y estamos llamados a ser testigos de la Resurrección de Cristo. Él mismo en el Evangelio nos enseña que "no se enciende una lámpara para colocarla bajo la cama o cubrirla con un cajón" (Mt 5, 15).

El día que me llamaron de la nunciatura para comunicarme que el Papa me designaba arzobispo coadjutor de San Juan, en seguida dije que Sí. Pero recién después de rezarlo y rumiarlo delante del Sagrario un buen rato, pude decir: "¡Aquí estoy!", que significa disponibilidad a colocar mi vida entera en las manos de nuestro Dios Bueno. Desde el 31 de agosto me han acercado muchos gestos y mensajes de cariño y afecto, aún sin conocernos. Eso me alienta y anima en esta nueva etapa de mi vida, pero también me implica un compromiso importante.

Quiero presentarme delante de ustedes como soy, un pecador tratado con misericordia. Al preparar el traslado de Gualeguaychú a San Juan pude dejar allí unas cuantas cosas. Sin embargo yo vine completo y tal como soy, con las virtudes que el Espíritu Santo siembra en mi corazón, y las miserias que voy acumulando a lo largo de mi vida.

Quiero agradecer a quienes vinieron desde lejos a acompañarme para esta noche. Mi hermano, mi tía, primos. Amigos de la infancia y juventud. Amigos de la Pastoral Social. Amigos de la diócesis de Gualeguaychú, mi gran amor. A mis hermanos obispos de otras diócesis.

A todos ustedes, miembros de esta Iglesia de San Juan a la cual pertenece mi vida a partir de hoy. A las autoridades y representantes de los diversos poderes del Estado y de organizaciones de la sociedad. Me ofrezco como servidor del diálogo en búsqueda de la amistad social.

Quiero compartirles el anhelo que tengo de conocer, amar y seguir a Jesús. Para ello no traigo ningún plan pastoral preelaborado ni una carpeta con decretos y disposiciones. Sé que me sumo a una Iglesia en marcha. Deseo conocer el lugar en el cual está cada comunidad para que caminemos juntos hacia la meta. Conocerlos andando sus ciudades, pueblos, montañas, reconociendo en ríos y acequias la presencia de nuestro Dios y a ustedes, sanjuaninos, entregando sus vidas también entre esos paisajes.

Mi actitud será de escucha con oído atento y corazón abierto. No como quien carga datos estadísticos sino como quien da cabida interior a la vida de los hermanos. Quiero sumarme a las esperanzas, alentar en las fatigas y decepciones del camino.

Les cuento que en estas semanas he procurado preparar mi corazón mirando la vida ejemplar de tres personas. Uno de los libros que me atrapó es sobre el ministerio episcopal de Monseñor José Américo Orzali, conocido con el "Buen Pastor de Cuyo", un incansable misionero. Años antes de 1911 en que comenzó como obispo, había sido párroco de Santa Lucía en el barrio de Barracas (1890). Unas cuantas décadas después, en esa Parroquia yo recibí el bautismo, y recuerdo siendo niño haber escuchado hablar de Monseñor Orzali. Su lema episcopal fue "Ora et labora" ("Reza y trabaja") tomado de los círculos de obreros y de San Benito. ¡Qué buena propuesta! A rezar y trabajar entonces.

El 4 de noviembre de hace 150 años era ordenado sacerdote San Gabriel del Rosario Brochero. Quiero pedir a Dios me conceda su fervor apostólico, su creatividad para acercar la gente al amor de Jesús, su preocupación por la dignidad humana del pueblo. Quiero tener como este Santo Cura una vida pobre y entregada.

El Patrono de la Provincia y la Diócesis San Juan Bautista, precursor de Jesús. Un hombre abnegado, claro, contundente. A veces su predicación fue molesta y hubo quienes se enojaban con él, y mucho. Le pido a Jesús me conceda pasión por la verdad y valentía para expresarla.

Vivimos un tiempo privilegiado en la vida de la Iglesia. Los Beatos y Santos nos marcan el rumbo e interceden por nosotros. El Papa Francisco nos empuja a vivir la alegría de la fe, la alegría del amor y cuidar la casa común.

Hace unas semanas un obispo que me conoce desde hace años me dijo a modo de consejo fraterno: "Jorge, yo sé que querés mucho a la diócesis de Gualeguaychú. Ahora Jesús te pide poner la cabeza, el corazón y los pies en San Juan". Y yo le volví a repetir al Señor: "¡aquí estoy!". Vengo para servir. Ya nos iremos conociendo.

Cuando regresen a casa y algún familiar o vecino les pregunte: "¿qué dijo el obispo nuevo?", respondan: "que Dios nos quiere mucho, te manda su bendición, y nos dijo que nos va a ayudar a rezar y a trabajar".

¡A rezar y trabajar!