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Por primera vez en 32 años de democracia no habrá traspaso de mando entre presidentes

La clase política hoy rompió con la historia. Tanto sacrificio le ha costado a este suelo austral lograr que el voto popular tenga validez, y que nunca más un gobierno de facto tome el poder para hacer sangrar al pueblo. Sin embargo nada de eso valió y hoy un enfrentamiento de banderas empaña un acto que debería ser una fiesta.

Palabras como golpe de Estado, gobierno de facto, acefalía, grieta, falta de diplomacia y atropello a la democracia volvieron a resonar por estos días. 32 años han pasado de que el pueblo argentino se levantara y triunfara a través de las urnas eligiendo a sus gobernantes. Pero ese tiempo vale poco para una clase política cegada por banderías, por ambición de poder o por necesidad de vengarse por viejas rencillas reavivadas por un cargo.

Y el sainete es grande. Los diarios del mundo hablan del país. El genial Martín Bossi tuvo la facilidad para la reflexión que no lograron quienes comandaron y quienes guiarán los destinos de Argentina. Pero la risa duró poco, y para el pensamiento no hubo lugar. De inmediato la grieta se hizo nuevamente visible y el suelo pareció abrirse entre macristas y kirchneristas.

Dicen los sabios que para construir, muchas veces es conveniente destruir. Quizá sea eso lo que esté pasando en un país en el que el Poder Ejecutivo se divorció del Judicial, y el Legislativo es un amante mercenario.

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De ambos lados de esa grieta, que muchos podrían llamarle cicatriz, hay personas. Hay argentinos que aman a su país, que quieren lo mejor para él. Pero el amor, según Shakespeare, por citar a algún célebre escritor, no es más que la aceptación del otro. Al parecer aún no llegamos a esa etapa, que ese genio de la literatura logró descifrar tan bien en el 1500.