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Tendencias: el vino se vuelve a tomar “como antes”, sin tanto glamour

Un estudio del Fondo Vitivinícola Mendoza señala que ahora los consumidores lo prefieren mezclado con soda, gaseosa o aguas saborizadas, a la "cordobesa".

Por Adrián Giunta

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Un estudio reciente que el Fondo Vitivinícola Mendoza encargó a la consultora Knack Argentina aconseja, entre otras estrategias, no imponer muchas reglas al consumidor a la hora de tomar un vino. Hay que darle más libertad al consumidor si lo que se pretende es incrementar su consumo. 

Todo indica que las campañas institucionales que se verán en el futuro estarán asociadas a este concepto.  

El Fondo Vitivinícola, un organismo público no estatal dedicado a la promoción del consumo de vinos en toda la Argentina, también llegó a esta conclusión analizando información del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV), y otros estudios realizados sobre el comportamiento de la pirámide social argentina. 

“Hay que dejar que el consumidor vuelva a tomar el vino como él quiere, sin someterlo a tantas reglas. Hay que adaptarse a un consumidor que cambió y atarse a las nuevas generaciones. Lo que ha crecido en la mesa en detrimento del vino es el consumo del no alcohol, como las aguas saborizadas”, dice Sergio Villanueva, director ejecutivo del Fondo Vitivinícola.

Para graficar esta situación –el fuerte crecimiento de las gaseosas y aguas saborizadas en las reuniones familiares–, Villanueva dice que para darse cuenta solo basta con ver una publicidad de estas bebidas en la TV: las escenas son todas una familia sentada en torno a una mesa.

“El vino tiene que romper las tradiciones para adaptarse a los consumidores de hoy. Durante mucho tiempo, en la industria vitivinícola,  combatimos el consumo de vino con soda y tarde nos dimos cuenta de que en la soda teníamos a un aliado estratégico”, razonó Villanueva.

El análisis del ejecutivo del Fondo Vitivinícola no es neutro: en la información que maneja la institución se observa claramente que los consumidores de hoy perciben las mezclas o diluciones de vino (con soda, agua, gaseosa, jugo o hielo) no como un sacrilegio, sino como una respuesta a las distintas necesidades de consumo. Además, este comportamiento, en mayor o en menor medida, se da en todos los niveles socioeconómicos.

Se buscan más consumidores

En el informe de la entidad promotora del consumo del vino en toda la Argentina, se analizaron también las motivaciones que dispondrían a quienes no toman vino a incorporar lo en su elección. 

La decisión se relaciona, en este caso, con las características organolépticas del producto, con su sabor, graduación alcohólica y con la ocasión de consumo. 

Así, por ejemplo, existe un público potencial que tiene asociada la ingesta de vino solamente a momentos muy especiales, como un fin de semana o una salida a comer. 

Villanueva considera que uno de los desafíos de la industria vitivinícola es superar la visión tanguera de que se tiene de la misma, un sector al que cree empantanado “en la nostalgia de haber sido y el dolor de ya no ser”.

Los cambios culturales también han hecho su parte: “La sociedad ha cambiado, se ha perdido el almuerzo del mediodía en familia. Ahora lo que tenemos que hacer es generar nuevas ocasiones para tomar vino. El asado y el almuerzo familiar siguen existiendo, pero no como ocurría en los años ’70 u ’80, sino de una manera distinta”, reflexiona Villanueva. 

De cara al futuro, el dirigente asegura que el desafío del sector pasará por intentar crecer de una a manera distinta: con calidad, con innovación y con una visión realista en cuanto a la forma en cómo se consume el vino.

En cuanto al mercado externo, el dirigente evaluó que Estados Unidos, Canadá y Brasil son los más importantes. 

“Tampoco hay que descuidar los mercados asiáticos y europeos porque el desafío debe ser el mundo”, cerró. 

La bebida que ocupa el centro de la mesa

Las aguas saborizadas, que se impusieron en la Argentina luego de la crisis del 2001, son uno de los productos que en el rubro bebidas, año tras año, lideran el consumo masivo. Estas bebidas, que surgieron de la unión de aguas minerales con polvos frutales, comenzaron a desarrollarse a finales de 2001 para crear nuevos mercados e incrementar las ventas en momentos en que el país atravesaba una fuerte crisis económica.

Estas aguas tienen hoy un consumo per cápita de 22 litros por año, posición que lograron a expensas del sector de las gaseosas, el vino y la cerveza.

Empezar con uno liviano es lo mejor para los iniciados

 El estudio del Fondo Vitivinícola señala que la ingesta de vino ha llegado a un nivel de sofisticación tal que hay consumidores que se sienten ignorantes, ya que consideran al vino una bebida compleja que exige cierto conocimiento para ser disfrutada.

También existe un público que vio cómo viró el consumo a lo largo de los años. Este segmento creció en una época en la que se tomaba mucho del envasado en damajuana, pero ahora se encuentra con que “se toman vinos más finos” y que hay muchas cepas para elegir. 

Ante la sociedad, el tomador de vino hoy está posicionado como “un conocedor”.

Esta categorización es relativizada por el sommelier Rodrigo Kohn.

“Todo depende. El consumo de vino siempre es una experiencia personal. Si a una persona que no ha fumado nunca le doy un habano por primera vez, es probable que esa persona no le de una segunda oportunidad a la experiencia de fumar”, graficó. Y señaló que el consumo de caldos se encuentra en un proceso de transición y que hay un público –sobre todo en la franja de los 20 años– que “se está animando a probar cosas nuevas. Para los iniciados, lo mejor es comenzar con un vino liviano”, sostiene.