"Ayúdenme, ayúdenme, por favor. Duele, duele mucho. Oh, Dios mío, Dios mío", clamaba, llorando, la estadounidense Bethanie Mattek-Sands, tirada sobre el césped de la cancha 17 de Wimbledon. Instantes antes, había subido a la red en busca de una volea que nunca llegó a impactar porque su rodilla derecha se trabó en el piso y quedó desparramada en el suelo, soltando gritos desgarradores, ante cientos de aficionados que se tomaban la cabeza. Su rival, la rumana Sorana Cirstea, saltó al otro campo para auxiliarla y quedó pasmada por lo que veía apenas se acercó. Apenas logró llevarse la mano a la cara, mirara hacia el árbitro y acompañar el pedido de auxilio.
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