En las filmaciones, el sacerdote habla con el periodista como si fuese un cliente más y le cuenta que, cuando accede a las zonas privadas con las mujeres, le hacen masajes que terminan en felación. En un momento, el cura contó que visita páginas pornográficas y que en una noche estuvo con cinco mujeres durante una hora y media por la que pagó unos 535 euros. El religioso también le comentó al periodista infiltrado que usa el hábito cuando sale de noche para imponer respeto: "Nadie se mete conmigo porque aquí te encuentras con gente casada y prometida. Si vienen a decirme algo, les digo que los conozco y que se lo voy a decir a su mujer. Yo luego me confieso". Y el padre declaró al reportero que una de las trabajadoras del club le dijo que le faltaba un cura en su experiencia de privados: "Si quiere cometer un pecado, yo lo hago". Minutos después, el sacerdote abandonó la sala acompañado por la joven. Pero la noche no terminó allí pues el religioso fue a un segundo local de prostitución al que también lo acompañó el periodista. "Aquí también parece sentirse como en casa", dice el reportero cuando entran al nuevo establecimiento. "Vengo siempre porque hay mujeres muy bellas y es dónde menos dinero se gasta", dijo el padre, que explicó los precios por los diferentes servicios. "Ya estuve con aquella brasileña", confesó el clérigo señalando a una joven que bailaba en el escenario.