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Siete consejos para “tomarte un tiempo” con tu pareja

Ya sabemos que no hay nada más difícil que las relaciones. Una vez superado el idilio (primer y segundo año, a lo sumo), hay que empezar a  construir y trabajar para sostener ese deseo y la decisión de seguir junto al otro. Cuando la cosa tambalea, empiezan las dudas y los temores.

Una de las expresiones más temidas en boca del otro es “me quiero tomar un tiempo”. ¡Auch! Son palabras causan pánico, porque inmediatamente asoma la sensación de desamparo, de abandono y hasta de fracaso. Pero la verdad es que no necesariamente significan el final de la relación. Pueden ser un síntoma de valentía, porque no muchas parejas se al riesgo -según especialistas- de que uno de los dos no pueda regresar o, lo que es mucho peor, encuentre a alguien más por el camino.

Los terapeutas de pareja coinciden en que una cuarta parte de quienes inician una terapia de a dos, apelan al famoso “tomarse un tiempo” para ver qué onda, implicando el compromiso de buscar una solución al conflicto.

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Lo real es que no hay estadísticas ni garantías que indiquen que “el aire” funcione. Pero saber aprovecharlo puede generar un impulso positivo y enriquecedor para las dos partes. Si se reconcilian, mejor. Y si no, habrán hecho todo lo posible.

Acuerdos previos: es bueno fijarlos concretamente. Planificar encuentros y en todo caso, buscar la ayuda de algún/a terapeuta. No dejarse estar; la pareja y su supervivencia es un trabajo de todos los días.

Descartar planteos acusatorios: no decir “porque vos tal cosa”. No llevarse bien es un tema de a dos y si hay intenciones de salvar la situación es porque el amor persiste. A las culpas, mejor dejarlas para la iglesia.

Charlar es la clave: tal vez sea necesario no verse, ni saber del otro ni llamarse por teléfono. A veces la crisis es por necesidad de respirar. En estos tiempos de redes sociales en los que las vidas se tornan públicas, lo ideal es enfocar en uno y evitar publicar. Es un momento para meditar, no para exhibir la vida, ni para espiar la del otro. ¡Eso siempre genera neurosis! La tentación es irresistible, pero mantenerse a raya trae salud mental. ¡Y tampoco estar pendiente del teléfono para ver si el otro se conectó al Whatsapp, por Dios!

Citas y sexo acordados: la mayoría de las veces la propuesta es la abstinencia mientras dure la pausa.  El sexo con otros puede pervertir el sentido de esta decisión, pero no tiene por qué ser malo si nos encontramos con nuestra “pareja en pausa” y tenemos un revolcón cerca de la reconciliación posible, aunque luego continúe el alejamiento temporario. Por otro lado, puede ser divertido armar citas para ir a cenar a algún lugar romántico, o al cine, etc., y después partir cada uno por su lado. Eso puede avivar la llama, prenderla… ¡apagarla del todo!

Tiempo sí, pero no eterno: lo ideal es pactar un tiempo prudencial, de forma que la situación no se eternice. Una vez cumplido, días más, días menos, hay que tomar las riendas y decidir sobre el futuro de la relación.

No victimizarse: si te toca ser a quien le piden el tiempo, la tendencia es sentirse una víctima. ¡No, no y no! Aceptaste la pausa como modo de salvar la situación o por necesidad del otro. ¡Vos también tenés tus cosas! Recobrá antiguas costumbres que te gusten, conéctate con vos. Así podrás tomar mejores decisiones.

La vida sigue: aunque te parezca difícil, no pongas tu vida en modo suspendido ni des vueltas alrededor del tema. Buscá nuevas actividades. Al principio te va a costar, pero por más cuesta arriba que sea, no pienses en tu pareja enfermizamente. Reencontrate con tu individualidad, retomá actividades, hobbies, y hasta personas que tal vez hayas dejado a un costado.

Fuente: bigbangnews