El caballero iba a viajar a Ámsterdam junto a su esposa y le pidió a su hijo, Mark, que le prestara su cámara, tan moderna. El matrimonio, efectivamente, se fue a Holanda y lo pasó muy bien, pero al regresar se encontraron con una sorpresa nada divertida: durante todo el camino el señor había tenido la cámara frontal activada y no grabó absolutamente ningún paisaje, sólo su cara feliz de viajero satisfecho y encantado.
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